En cada uno de espacios, tiempos y lugares Pedro Valtierra sigue siendo el mismo: un fotógrafo de la calle Foto: Yadin Xolalpa
«El fotógrafo no sólo se debe a su capacidad sino a las circunstancias que lo rodean, por eso digo que soy un fotorreportero privilegiado; la cámara me llevó a conocer muchas personas, circunstancias y personajes. Esa ha sido para mí la mejor experiencia de vida», afirmó Pedro Valtierra.
Parte de la nota publicada por El Universal y replicada en La Revista Rancho Las Voces Pulse la el enlace para ver la nota completa. La nota se relaciona con su última exposición y la presentación del libro Mirada y testimonio.
El Centro Cultural Universitario Tlatelolco presentará a partir de este jueves 28 de junio la exposición Pedro Valtierra. Mirada y testimonio (Foto: Yadin Xolalpa)
Valtierra exhibe más de 200 fotografías distribuidas en cinco módulos: Iconos, Trayectoria, Proyectos personales, Nicaragua y Cuarto Oscuro. (Foto: Yadin Xolalpa)
Mujeres de X´oyep, imagen tomada en Chenalhó, Chiapas, en 1998, por el fotógrafo zacatecano (Foto: Cortesía Pedro Valtierra)
Ritual popular del Niño Fidencio. Tomada en 2004, por Valtierra, en la Comunidad de Espinazo, Nuevo León (Foto: Cortesía Pedro Valtierra)
Disturbios tras el derrocamiento de Jean-Claude Duvalier, en Haiti, en el año de 1986. (Foto: Cortesía Pedro Valtierra)
Pedro Valtierrra estuvo presente en la República Árabe del Saharauí Democrático, en África, en 1982 (Foto: Cortesía Pedro Valtierra)
El célebre fotógrafo capturó esta escena cotidiana durante la ofensiva final sandinista en Managua, Nicaragua, en 1979. (Foto: Cortesía Pedro Valtierra)
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sábado, 29 de julio de 2017
Pedro Valtierra, un célebre fotógrafo de la calle
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Fotógrafo,
México,
Pedro Valtierra
viernes, 28 de julio de 2017
Joel Peter Witkin ( 1939 )
Joel Peter Witkin (en el SP-Photofest Brasil)
Nació el 13 de septiembre de 1939 en Brooklyn,
Nueva York.
Su padre judío y su madre católica, se divorciaron cuando era joven debido a sus irreconcialiables diferencias religiosas. Tiene un hermano gemelo llamado Jerome Witkin, que es pintor. Trabajó como fotógrafo de guerra entre 1961 y 1964 en la Guerra de Vietnam. En 1967 decidió trabajar como fotógrafo freelance y se convirtió en el fotógrafo oficial de City Walls Inc. Estudió después escultura en la Cooper School Of Fine Arts de Brooklyn donde consiguió un título en artes en 1974. Después de que la Universidad de Columbia le concediera una beca terminó sus estudios en la Universidad de Nuevo México en Albuquerque donde consiguió su Master en Bellas Artes.
Según el propio Witkin su particular visión y sensibilidad provienen de un episodio que presenció siendo pequeño, un accidente automovilístico en el que una niña resultó decapitada. También cita las dificultades en su familia como una influencia. Su artista favorito y gran influencia es Giotto.
Sus fotos suelen involucrar temas y cosas tales como muerte, sexo, cadáveres (o partes de ellos) y personas marginales como enanos, transexuales, hermafroditas o gente con deformaciones físicas. Sus complejos tableauxs a menudo evocan pasajes bíblicos o pinturas famosas. Esta naturaleza transgresora de su arte ha consternado a la opinión pública en repetidas ocasiones y ha provocado que lo acusen de explotador y que haya sido marginado como artista en diversas ocasiones. Su acercamiento al proceso físico de la fotografía es altamente intuitivo que incluye manchar o rayar el negativo y una técnica de impresión con las manos en los químicos. Esta experimentación comenzó luego de ver un ambrotipo del siglo XIX de una mujer y su amante quien había sido arrancado.
En 1994 Witkin explicó lo siguiente en Seattle Times: «Mi trabajo muestra que mi trayectoria es apropiada para una persona despreocupada y amorosa.» Mientras que el Arte Pop de intelectuales devoró su trabajo, según una tendencia excelente, Lacan/Foucault estaba inspirado en terminar las críticas postmodernas, y Witkin en su búsqueda por lo divino no tocó para nada a la Coalición Cristiana. Cotizándose por objeto 20,000 dlls, la NEA le garantiza a Witkin haberlo recibido en 1992, además la NEA destaca negativamente en impreso de Witkin El testículo
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Si la fotografía es el arte de fijar una sombra, el vidrio es el medio que transfiere esa sombra a la película. Para Joel-Peter Witkin, cuyos cuadros elaborados contienen una reverberación extrema entre la vida y la muerte, el vidrio encierra poderosas asociaciones. Oldenburg, dice Witkin, «describió una vez al vidrio como un 'relámpago atrapado en la arena'. » Un día antes de que se presentara la retrospectiva de Witkin en el Museo Guggenheim de Nueva York, habló con Michael Sand acerca de la fotografía, la moralidad, y los restos de seres humanos.
Mi padre tuvo cuatro hermanos, todos eran vidrieros, a mi me incluía en el trabajo de ellos. Mi primer trabajo consistió en romper vidrio con unos polines, para que luego el pudiera reponerlo. Así que el trabajo consistió en simplemente romper vidrios. Naturalmente que no teníamos protección, algo así como goggles por ejemplo. Durante las primeras dos o tres horas de estar rompiendo vidrios se me metió una astilla en el ojo. Mi padre la saco. Tenía unas manos inmensas. Me dobló el párpado para atrás con el palito de un fósforo de madera-- sus manos olían a mastique, puros y mugre - y me retiro la astilla. Esa astilla se había incrustado en la parte blanca del ojo, y yo me estaba volviendo loco. Sin embargo, esta fue la comunicación mas cercana que tuve con mi padre, salvo cuando venía a la casa para hablar con mi madre. Hablaban de cosas de dinero porque el tenía que pagarle la alimentación de la familia. También venía de visita y mostraba fotos extrañas.
Me llevó a un lado y me mostraba recortes de la revista Life, o Look, de periódicos como el Daily Mirror o The News ( no era un lector del New York Times). Yo debo de haber tenido como cinco años, y sabía cuando me mostraba esas fotografías que el me estaba diciendo que el no podía hacerlas, pero que tal vez una parte de el si pudiera hacerlo, por mi conducto. Sin decirlo, yo lo miraba y sabía, que el sabía que yo podía intentarlo.
Pienso que lo que hace que una imagen sea poderosa, es que a diferencia de otros medios, como el vídeo o el cine, aquí se trata de la quietud. Pienso que alguien que se hace fotógrafo es porque quieren absorberlo todo y comprimirlo a que quede en una imagen fija. Cuando realmente quieres decirle algo a alguien, los agarras, los tomas y abrazas. Eso es lo que ocurre con la imagen fija.
Nacemos desnudos. En realidad deberíamos vivir desnudos -- no lo digo literalmente, sino en términos de honestidad y franqueza. He visto cientos de personas sobre las losas, y ocasionalmente veo una mujer que aun es hermosa-- y eso es muy muy impresionante. Tiene un impacto muy fuerte porque esta uno mirando les restos de una vida humana, o la evidencia de lo que fue una vida.
Me quedé cuatro días adicionales en la Ciudad de México, cuando estuve haciendo la imagen del Hombre de Vidrio porque no lograba encontrar el cuerpo que requería. Cuando llegan los cuerpos traídos de la calle, existe la duda de como es que murieron. La gente de la calle puede ser que se la encuentre hasta días después de haber fallecido, lo cual dificulta encontrar la razón de su muerte.
En sus camionetas blancas, choferes de la morgue hacen recorridos a diario para recoger cadáveres. Cuando los encuentran, éstos son lanzados sobre la camilla boca abajo. Sus narices se rompen en ocasiones, apilan hasta seis cadáveres uno encima del otro, algunos bastante inflados. Se les toma su identidad, se les retira su ropa y se mantiene un registro.
Al quedarme esos días adicionales en la Ciudad de México, intuí que algo iba a ocurrir. Me pasaron una llamada telefónica de que habían recogido a cuatro hombres, en la última ronda del último del día antes de partir. Me dirigí al hospital con mi interprete y me fui a tomar fotografías. Uno de los muertos había sido atropellado por un automóvil, y no estaba en muy buenas condiciones. Otro de los hombres ya era una personas de edad, no me resultaba. Otro más había muerto de las cuchilladas recibidas. Los camilleros cuidaron de que no se les rompieran las narices, por tratar de ayudarme. El último de los cadáveres, era de un punk el cual visualmente no me resultaba muy interesante.
Para algunas personas la evidencia de su alma esta allí o no, a la hora de la muerte. Por eso cuando vi a este último de los cuatro cadáveres, dije, con este me quedo. Esto era alrededor de Navidad, y los mexicanos estaban afuera celebrando y preparándose para las vacaciones.
Allí estoy en una habitación con ese cadáver. Lo estoy tratando de posar, le coloco un pescado en sus manos a manera de elemento visual, tomo una lectura de la luz y procedo a tomar unas fotografías solo como un registro. Pido que procedan con la autopsia que le hacen a los cadáveres. Tan pronto como le hacen la autopsia comienza a cambiar. El esta en la mesa, y comienza a transformarse. Volteo para hablar con mi interprete, quien es un hombre muy inteligente, y ambos hemos visto lo mismo. Y el me dice: « Le están haciendo el juicio, en este momento» . De repente dejo de ser un punk. Delante de nosotros sufrió esa transformación en la mesa de la autopsia. Les pido a los técnicos que no lo laven que le dejen toda la sangre que provino de la sutura. Generalmente abren la cabeza y retiran el cerebro. Algunas veces regresan el cerebro, en otras solo colocan una toalla de papel, o tal vez las Ultimas Noticias para mantener la forma de la piel. En esta ocasión regresaron el cerebro. Cuando estaban manejando la masa encefálica de un lado al otro, dije: «Mira ese cerebro- puede ser que haya contenido pensamientos de maldad, y como sea que haya sido juzgado, ahora ya tiene una presencia distinta».
Cuando me lo regresaron, lo coloque en una silla y le tome unos retratos allí sentado. Luego me pase con el una hora y media hasta que se vio como San Sebastián. Se miraba como una persona que tenía elegancia. Sus dedos, lo juro, habían crecido como cincuenta porciento. Se veía elegantes. Eran los dedos mas elongados que le haya yo jamas visto a un hombre. Parecía que deseaban alcanzar la eternidad.
Pienso que la mayoría de las personas no están conscientes que la mortalidad tiene que ver con la vida y la muerte. Desde luego que no todo tiene que ver con el trabajo duro de la existencia, si no de lo que ocurre en la vida.
Cada momento es una decisión moral. Hay un código de moralidad en cada uno de nuestros corazones, y es una cuestión de encontrar nuestros destinos y el propósito de esos destinos. Esta vida es un sitio para ensayar, debiera de ser un ensayo sublime.
Seamus Heany, que recién acaba de ganar el premio Nobel de literatura, dijo «La finalidad del arte es la paz». Me parece una frase admirable. La razón por la que vamos a Museos y la razón por la que admiramos cosas bellas es porque ya no hay muchas cosas bellas allá afuera. Pienso que los Museos se han convertido en un especie de nuevo centro religioso, como centro espiritual de la vida secular.
Hay esta gran historia que me dijeron acerca de un andariego que iba por el desierto. Y en uno de sus recorridos de repente escucha a la distancia el choque de acero contra rocas. Se dirige hacia el sitio de donde parten esos ruidos, y se encuentra a dos hombres rompiendo piedras en el desierto. Se acerca a uno que al parecer estaba muy enojado, y le pregunta ¿ que estas haciendo ? y el hombre responde «estoy rompiendo piedras». El andariego se acerca al otro hombre que también estaba haciendo lo mismo, pero que no estaba enojado, y al preguntarle que era lo que el estaba haciendo, le respondió «estoy construyendo una catedral».
Michael Sand
Originalmente publicado en la revista WORLD ART/96.
Nació el 13 de septiembre de 1939 en Brooklyn,
Nueva York.
Su padre judío y su madre católica, se divorciaron cuando era joven debido a sus irreconcialiables diferencias religiosas. Tiene un hermano gemelo llamado Jerome Witkin, que es pintor. Trabajó como fotógrafo de guerra entre 1961 y 1964 en la Guerra de Vietnam. En 1967 decidió trabajar como fotógrafo freelance y se convirtió en el fotógrafo oficial de City Walls Inc. Estudió después escultura en la Cooper School Of Fine Arts de Brooklyn donde consiguió un título en artes en 1974. Después de que la Universidad de Columbia le concediera una beca terminó sus estudios en la Universidad de Nuevo México en Albuquerque donde consiguió su Master en Bellas Artes.
Según el propio Witkin su particular visión y sensibilidad provienen de un episodio que presenció siendo pequeño, un accidente automovilístico en el que una niña resultó decapitada. También cita las dificultades en su familia como una influencia. Su artista favorito y gran influencia es Giotto.
Sus fotos suelen involucrar temas y cosas tales como muerte, sexo, cadáveres (o partes de ellos) y personas marginales como enanos, transexuales, hermafroditas o gente con deformaciones físicas. Sus complejos tableauxs a menudo evocan pasajes bíblicos o pinturas famosas. Esta naturaleza transgresora de su arte ha consternado a la opinión pública en repetidas ocasiones y ha provocado que lo acusen de explotador y que haya sido marginado como artista en diversas ocasiones. Su acercamiento al proceso físico de la fotografía es altamente intuitivo que incluye manchar o rayar el negativo y una técnica de impresión con las manos en los químicos. Esta experimentación comenzó luego de ver un ambrotipo del siglo XIX de una mujer y su amante quien había sido arrancado.
En 1994 Witkin explicó lo siguiente en Seattle Times: «Mi trabajo muestra que mi trayectoria es apropiada para una persona despreocupada y amorosa.» Mientras que el Arte Pop de intelectuales devoró su trabajo, según una tendencia excelente, Lacan/Foucault estaba inspirado en terminar las críticas postmodernas, y Witkin en su búsqueda por lo divino no tocó para nada a la Coalición Cristiana. Cotizándose por objeto 20,000 dlls, la NEA le garantiza a Witkin haberlo recibido en 1992, además la NEA destaca negativamente en impreso de Witkin El testículo
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Si la fotografía es el arte de fijar una sombra, el vidrio es el medio que transfiere esa sombra a la película. Para Joel-Peter Witkin, cuyos cuadros elaborados contienen una reverberación extrema entre la vida y la muerte, el vidrio encierra poderosas asociaciones. Oldenburg, dice Witkin, «describió una vez al vidrio como un 'relámpago atrapado en la arena'. » Un día antes de que se presentara la retrospectiva de Witkin en el Museo Guggenheim de Nueva York, habló con Michael Sand acerca de la fotografía, la moralidad, y los restos de seres humanos.
VIDRIO
Mi padre tuvo cuatro hermanos, todos eran vidrieros, a mi me incluía en el trabajo de ellos. Mi primer trabajo consistió en romper vidrio con unos polines, para que luego el pudiera reponerlo. Así que el trabajo consistió en simplemente romper vidrios. Naturalmente que no teníamos protección, algo así como goggles por ejemplo. Durante las primeras dos o tres horas de estar rompiendo vidrios se me metió una astilla en el ojo. Mi padre la saco. Tenía unas manos inmensas. Me dobló el párpado para atrás con el palito de un fósforo de madera-- sus manos olían a mastique, puros y mugre - y me retiro la astilla. Esa astilla se había incrustado en la parte blanca del ojo, y yo me estaba volviendo loco. Sin embargo, esta fue la comunicación mas cercana que tuve con mi padre, salvo cuando venía a la casa para hablar con mi madre. Hablaban de cosas de dinero porque el tenía que pagarle la alimentación de la familia. También venía de visita y mostraba fotos extrañas.
Me llevó a un lado y me mostraba recortes de la revista Life, o Look, de periódicos como el Daily Mirror o The News ( no era un lector del New York Times). Yo debo de haber tenido como cinco años, y sabía cuando me mostraba esas fotografías que el me estaba diciendo que el no podía hacerlas, pero que tal vez una parte de el si pudiera hacerlo, por mi conducto. Sin decirlo, yo lo miraba y sabía, que el sabía que yo podía intentarlo.
Pienso que lo que hace que una imagen sea poderosa, es que a diferencia de otros medios, como el vídeo o el cine, aquí se trata de la quietud. Pienso que alguien que se hace fotógrafo es porque quieren absorberlo todo y comprimirlo a que quede en una imagen fija. Cuando realmente quieres decirle algo a alguien, los agarras, los tomas y abrazas. Eso es lo que ocurre con la imagen fija.
HOMBRE DE VIDRIO
Nacemos desnudos. En realidad deberíamos vivir desnudos -- no lo digo literalmente, sino en términos de honestidad y franqueza. He visto cientos de personas sobre las losas, y ocasionalmente veo una mujer que aun es hermosa-- y eso es muy muy impresionante. Tiene un impacto muy fuerte porque esta uno mirando les restos de una vida humana, o la evidencia de lo que fue una vida.
Me quedé cuatro días adicionales en la Ciudad de México, cuando estuve haciendo la imagen del Hombre de Vidrio porque no lograba encontrar el cuerpo que requería. Cuando llegan los cuerpos traídos de la calle, existe la duda de como es que murieron. La gente de la calle puede ser que se la encuentre hasta días después de haber fallecido, lo cual dificulta encontrar la razón de su muerte.
En sus camionetas blancas, choferes de la morgue hacen recorridos a diario para recoger cadáveres. Cuando los encuentran, éstos son lanzados sobre la camilla boca abajo. Sus narices se rompen en ocasiones, apilan hasta seis cadáveres uno encima del otro, algunos bastante inflados. Se les toma su identidad, se les retira su ropa y se mantiene un registro.
Al quedarme esos días adicionales en la Ciudad de México, intuí que algo iba a ocurrir. Me pasaron una llamada telefónica de que habían recogido a cuatro hombres, en la última ronda del último del día antes de partir. Me dirigí al hospital con mi interprete y me fui a tomar fotografías. Uno de los muertos había sido atropellado por un automóvil, y no estaba en muy buenas condiciones. Otro de los hombres ya era una personas de edad, no me resultaba. Otro más había muerto de las cuchilladas recibidas. Los camilleros cuidaron de que no se les rompieran las narices, por tratar de ayudarme. El último de los cadáveres, era de un punk el cual visualmente no me resultaba muy interesante.
Para algunas personas la evidencia de su alma esta allí o no, a la hora de la muerte. Por eso cuando vi a este último de los cuatro cadáveres, dije, con este me quedo. Esto era alrededor de Navidad, y los mexicanos estaban afuera celebrando y preparándose para las vacaciones.
Allí estoy en una habitación con ese cadáver. Lo estoy tratando de posar, le coloco un pescado en sus manos a manera de elemento visual, tomo una lectura de la luz y procedo a tomar unas fotografías solo como un registro. Pido que procedan con la autopsia que le hacen a los cadáveres. Tan pronto como le hacen la autopsia comienza a cambiar. El esta en la mesa, y comienza a transformarse. Volteo para hablar con mi interprete, quien es un hombre muy inteligente, y ambos hemos visto lo mismo. Y el me dice: « Le están haciendo el juicio, en este momento» . De repente dejo de ser un punk. Delante de nosotros sufrió esa transformación en la mesa de la autopsia. Les pido a los técnicos que no lo laven que le dejen toda la sangre que provino de la sutura. Generalmente abren la cabeza y retiran el cerebro. Algunas veces regresan el cerebro, en otras solo colocan una toalla de papel, o tal vez las Ultimas Noticias para mantener la forma de la piel. En esta ocasión regresaron el cerebro. Cuando estaban manejando la masa encefálica de un lado al otro, dije: «Mira ese cerebro- puede ser que haya contenido pensamientos de maldad, y como sea que haya sido juzgado, ahora ya tiene una presencia distinta».
Cuando me lo regresaron, lo coloque en una silla y le tome unos retratos allí sentado. Luego me pase con el una hora y media hasta que se vio como San Sebastián. Se miraba como una persona que tenía elegancia. Sus dedos, lo juro, habían crecido como cincuenta porciento. Se veía elegantes. Eran los dedos mas elongados que le haya yo jamas visto a un hombre. Parecía que deseaban alcanzar la eternidad.
MORAL Y MORTANDAD
Pienso que la mayoría de las personas no están conscientes que la mortalidad tiene que ver con la vida y la muerte. Desde luego que no todo tiene que ver con el trabajo duro de la existencia, si no de lo que ocurre en la vida.
Cada momento es una decisión moral. Hay un código de moralidad en cada uno de nuestros corazones, y es una cuestión de encontrar nuestros destinos y el propósito de esos destinos. Esta vida es un sitio para ensayar, debiera de ser un ensayo sublime.
Seamus Heany, que recién acaba de ganar el premio Nobel de literatura, dijo «La finalidad del arte es la paz». Me parece una frase admirable. La razón por la que vamos a Museos y la razón por la que admiramos cosas bellas es porque ya no hay muchas cosas bellas allá afuera. Pienso que los Museos se han convertido en un especie de nuevo centro religioso, como centro espiritual de la vida secular.
Hay esta gran historia que me dijeron acerca de un andariego que iba por el desierto. Y en uno de sus recorridos de repente escucha a la distancia el choque de acero contra rocas. Se dirige hacia el sitio de donde parten esos ruidos, y se encuentra a dos hombres rompiendo piedras en el desierto. Se acerca a uno que al parecer estaba muy enojado, y le pregunta ¿ que estas haciendo ? y el hombre responde «estoy rompiendo piedras». El andariego se acerca al otro hombre que también estaba haciendo lo mismo, pero que no estaba enojado, y al preguntarle que era lo que el estaba haciendo, le respondió «estoy construyendo una catedral».
Michael Sand
Originalmente publicado en la revista WORLD ART/96.
The Raft of George W. Bush, 2006, 2006
jueves, 27 de julio de 2017
Héctor García Cobo ( 1923-2012 )
Héctor García en La Candelaria de los Patos. México, 2003. (Foto: Héctor García Sánchez)
Héctor García (Ciudad de México,3 23 de agosto de 1923 - Ciudad de México, 2 de junio 2012) fue un fotógrafo mexicano, llamado por Carlos Monsiváis, Fotógrafo de la Ciudad:
«Si no república confederada, Héctor García es el nombre de varias, contradictorias y complementarias entidades: el fotoperiodista que transitó de la calle al palacio y de la farándula a la política; el reportero gráfico que llevó imágenes de los diarios vespertinos a los muros de la galería; el amigo de bailarinas exóticas, artistas de renombre e intelectuales de izquierda; el cronista de la "semana ardiente" de 1958, del verano rebelde de 1968 y de la campaña electoral de Luis Echeverría; el fotógrafo trotacalles y trotamundos; el conversador colmado de anécdotas y constructor de su propia leyenda; el iconógrafo de un reiterado conjunto de imágenes y el dueño de un archivo todavía por explorar.»
Reconocido por su extensa obra fotográfica que retrata la vida del México de mediados del siglo XX. Reportero gráfico o fotorreportero –como se hacia llamar así mismo–, trabajó para distintas publicaciones como Mañana, Siempre!, Revista de América, Time, Life Cruceiros, Novedades, entre otras. Recibió en tres ocasiones el Premio Nacional de Periodismo en los años 1958, 1968 y 1979; el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el 2002 e ingresó a la Academia de Artes en el 2005; entre otras importantes distinciones y reconocimientos. Viajero incansable, recorrió con su cámara América, Europa, Medio Oriente y Asia.
Estudió en el Instituto de Artes y Ciencias Cinematográficas de México, donde fue discípulo de Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa.
Desde 1945 trabajó como periodista gráfico, tanto en México como en el extranjero. Fue también docente en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM.
Debido a su avidez por salir a conocer el mundo, a los siete años, Héctor García ya había abandonado su casa de la vieja vecindad en La Candelaria de los Patos, para emprender sus primeros pasos que lo llevarían a recorrer gran parte del mundo. Su primer destino fueron las calles de Bucareli donde inició vendiendo periódicos, y las cuales se convertirían también en su hogar. Ahí se encontraban las oficinas de Excélsior y El Universal, por lo que pasaba las noches en las aceras esperando que los expendedores le entregaran su paquete de periódicos para vocearlos más tarde por las grandes avenidas.
Tiempo después, acusado de haberse robado algunos panes, dulces y demás comida, fue llevado a la correccional para menores. Durante su prisión estuvo bajo la tutela del doctor Alfonso Quiroz Cuarón.
En 1940 mientras se encontraba en la correccional, su madre fallece debido a una afección cardiaca; en ese momento, solamente tuvo oportunidad de asistir al funeral con un permiso especial.
Dentro de la correccional, Héctor conoció también a quien con el paso del tiempo se convertiría en su protector, el Dr. Gilberto Bolaños Cacho. En distintas ocasiones mientras se encontraba recluido, recibió la invitación de Gilberto para acompañarlo a pescar. También fue en ese mismo instante que Héctor comenzó a tomar sus primeras fotografías con una pequeña cámara que el mismo Gilberto le obsequiara.
Al cumplir dieciocho años, el joven Héctor abandonó la correccional para menores con sus estudios de primaria y secundaria terminados, para más tarde ingresar al Instituto Politécnico Nacional, apoyado por la maestra Paquita Acosta, por Alfonso Quiroz y por el mismo Gilberto Bolaños quienes lograron conseguirle una beca para entrar en aquella institución, que para ese entonces solamente otorgaba estudios para convertirse en obreros o mecánicos.
Ahí mismo junto a otros compañeros fundó la Confederación de Estudiantes Técnicos, donde se encargaría de editar periódicos murales. Pero muy poco duró su estancia como estudiante de nivel medio superior, ya que abandonaría sus estudios para emprender nuevamente el viaje en busca de mejores oportunidades.
En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, Héctor García viaja a los Estados Unidos, para trabajar como bracero. En su viaje de camino a aquel país, llega a Querétaro donde se efectuaban las contrataciones para laborar allá.
Una mañana en pleno invierno, él y otros compañeros se dirigieron a las vías del ferrocarril para trabajar en algunas reparaciones eléctricas que habían sido dañadas debido a las bajas temperaturas; allí, mientras se encontraban trabajando, llegó de súbito un inmenso tren a gran velocidad, alzando grandes remolinos de nieve que apenas les dio tiempo de replegarse contra la pared cubierta de nieve.
En muchas otras ocasiones, habían colocado estratégicamente cohetes en las vías para darles aviso de que un tren se aproximaba, pero en esta ocasión habían fallado, y como era también costumbre de ellos enumerarse después de que pasaban los trenes para asegurarse de que nadie estuviera herido o faltara; esta vez había sido distinto, pues durante su numeración, uno de sus compañeros no respondió y al buscarlo se encontraron con lo que Héctor describió como un campo de amapolas:
«Al retorno de la visión en el ámbito descubrimos sobre la nieve, cual campo de amapolas, los restos dispersos y enterrados de Ernesto. Era el cuerpo de nuestro compañero. El tren lo había arrollado, sembrando sus restos entre la nieve.»
Héctor García, quien llevaba la pequeña cámara que le había sido obsequiada por el doctor Gilberto Bolaños, tomó fotografías de aquella escena. Al revelar el rollo se encontró con que las fotografías habían salido trasparentes debido a la sobreexposición ocasionada por el reflejo intenso de la nieve.
Su frustración sería tal, que despertó en él un gran interés por averiguar que había sucedido con sus fotografías. Días después, viajó a Nueva York donde vio un anuncio que llamó su atención, se trataba de una pequeña escuela de fotografía.
Al terminar su permiso para laborar en Estados Unidos, Héctor permaneció durante algunos meses más laborando en otras actividades que van desde pintor hasta cocinero para las sopas condensadas Campbell’s, pero después de algún tiempo fue detenido por agentes de la migra, quienes lo deportaron a la frontera para regresar a México.
A su regreso a México, Héctor García contacta nuevamente al Dr. Gilberto Bolaños, quien lo presenta con Edmundo Valdés, director de la revista Celuloide, en donde comienza trabajar.
Dentro de la revista Celuloide comenzó barriendo oficinas, llevando tortas y refrescos, y en general haciendo todo lo que le pedían, mientras observaba de cerca el trabajo que realizaban fotógrafos y diseñadores.
Durante ese tiempo también conoció a Manuel Ángel Bayardi quien escribía para la revista Novedades bajo el seudónimo de Ariel; mismo que le conseguiría entrar a la Academia de Artes Cinematográficas. Dentro de la academia conoció a grandes figuras como Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Manuel Álvarez Bravo – a quien consideró su gran maestro – y al cineasta Gabriel Figueroa.
En 1953, Héctor conoce a María del Carmen Sánchez, a quien conoció gracias a Lupita Martínez, tía de María. Lupita trabajaba junto con Héctor en su laboratorio fotográfico.
Un año más tarde, en 1954, Héctor y María contraen nupcias el 4 de abril de ese mismo año. Después de dos semanas en Acapulco para celebrar su luna de miel, se encuentran con el arquitecto Mario Pani, quien lo invita a trabajar fotografiando regatas, por lo cual permanecen ahí por más de un mes.
Al inicio María solamente ayudaba a Héctor con el revelado y envío de fotografías, con el tiempo y animada por Elena Poniatowska, comenzó a interesarse cada vez más por la fotografía. Aunque Héctor y María comparten el empleo de la fotografía, cada uno le ha otorgado un toque característico, resultado de los años de trabajo y experiencias con la fotografía.
En 1965, Héctor y María recibieron a su primer hijo, nombrado igual que él. Dos años más tarde llegó su segundo hijo Yuri.
Para 1985 reciben a su tercer hija, Cecilia Amparo, cuyos nombres son otorgados en honor a sus dos abuelas.
En 1950 Héctor García funda su propia agencia de fotografía llamada Foto Press, que en un principio se encontraba en Reforma 12, en un pequeño despacho ubicado con el número 503. Tiempo después, debido a la ampliación de la avenida Paseo de la Reforma tuvo que mudarse a la calle de Rosales 28, pero pronto habría cambiarse nuevamente a la calle Morelos, esta vez porque la calle anterior terminaría por convertirse en eje vial.
Finalmente y debido al terremoto de 1985, todo el archivo de Héctor García es trasladado a su casa en Cumbres de Maltrata, Col. 2da. Del Periodista; ahí continuó su trabajo como fotorreportero a su muy particular estilo. Para entonces, las únicas agencias que existían, además de Foto Press, eran: la agencia de los Casasola, la de los hermanos Mayo, y la de uno de los fotógrafos emblemáticos de la época, Enrique el Gordo Díaz.
Como fotógrafo independiente, Héctor García tuvo que trabajar arduamente para poder mantener en pie su propia agencia, ya que ésta le exigía el doble de trabajo o quizá más del que hacia anteriormente. Para entonces, tendría que cubrir eventos de distinta índole, desde la política, deportes y hasta espectáculos, pero lo que para él representaba mayor interés, eran sin duda alguna los problemas sociales, presentes en gran parte de su obra fotográfica.
Desde la fundación de la agencia Foto Press, y a pesar de las colaboraciones que hacia para revistas y publicaciones periódicas, Héctor continuaba su propio trabajo. De esta manera, y como fotógrafo de planta para el periódico Excelsior, obtuvo su propia columna F 2.8, en la cual trabajó durante muchos años a lado del periodista Manuel Becerra Acosta, quien escribía los textos que acompañaban sus fotos.
Entre los años 1950 y 1954, se llevó a cabo la Carrera Panamericana en la que participó Héctor como fotógrafo. La carrera era organizada por el gobierno mexicano en conmemoración de la carretera que unía al país de un extremo a otro, de tal forma que el recorrido duraba varios días y contemplaba, entre otros estados, Oaxaca, Puebla, México, Durango y Chihuahua; conformando un total de 3114 kilómetros, aproximadamente.
Para finales de los cincuenta, Petróleos Mexicanos (PEMEX) contrata a Héctor para tomar registro fotográfico sobre los trabajos de exploración, refinamiento y perforación, así como de las instalaciones y el equipo que se utilizaba. Esta relación de trabajo duró más de dos décadas, este mismo trabajo sería presentado en 1963 en la Galería PEMEX, con el título Petróleo de México.
Héctor García fue acreedor en tres ocasiones al Premio Nacional de Periodismo. La primera vez fue en 1958, con la realización de un reportaje sobre el movimiento ferrocarrilero conocido como movimiento Vallejista, debido al líder del Sindicato que impulsó dicho movimiento, Demetrio Vallejo.
Gracias a que Héctor ya se había dedicado con anterioridad a cubrir diferentes mítines y manifestaciones, los policías lo reconocían fácilmente y le permitieron acercarse lo más posible para cumplir con su trabajo como reportero gráfico.
Aunque para ese entonces, Héctor se encontraba trabajando para Excélsior, la fuerte censura de la época impedía que los editores publicaran sus fotografías, así que él mismo, con ayuda del periodista Horacio Quiñones, decidieron crear una revista titulada Ojo. Una revista que ve. De esta forma y bajo las advertencias de restricciones, pudieron publicar las fotografías del movimiento; lo cual, para sorpresa del mismo Héctor, le hizo acreedor a su primer Premio Nacional de Periodismo, pues un trabajo que en un principio había sido víctima de la censura, finalmente resultaría premiado. Su segundo premio le es otorgado en 1968 por su reportaje sobre el Movimiento del 68, para la revista Siempre! En cuanto a éste, se trata de un movimiento estudiantil que el mismo Héctor García vivió desde adentro de la Universidad, pues en ese entonces Héctor era catedrático del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC).
Este movimiento comenzó por una disputa entre estudiantes de escuelas pertenecientes a la Universidad Nacional Autónoma de México y al Instituto Politécnico Nacional, respectivamente, pero debido a las fuertes represiones de aquel entonces por parte de la policía, hizo que la problemática aumentara aún más, pues detrás de ello se sabía perfectamente que habían intereses políticos, por lo que poco a poco se volvió una problemática de índole nacional.
Para entonces, el CUEC resultó ser el lugar idóneo desde donde los mismos alumnos se dieron a la tarea de documentar en fotografías lo respectivo al movimiento que poco tardaría en estallar. Mientras tanto, Héctor trabajaba en reportajes para un suplemento llamado México en la cultura.
Poco después Héctor estuvo presente en el mitin realizado el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Ahí como a muchos otros, le tocó presenciar el fuego emprendido en contra de los estudiantes y dirigentes ahí reunidos: «Ya empezaba a oscurecer y para salvarse no había otra cosa más que correr, y a la carrera, en mi caso, tomar las fotos que se pudieran.»
«Mientras corría, seguí tomando fotografías, pero el colmo de la temeridad fue que después de ponerme a salvo, en vez de irme a casa o al periódico, volví a la plaza. Fue la suma de todas las situaciones posibles y la cumplí, tal y como años antes lo predijo mi maestro Álvarez Bravo, al preguntarle cuándo uno podría considerarse un verdadero fotógrafo. “Cuando sientas que el revelador y el fijador circulan por tus ventas, sabrás que el momento ha llegado” – me dijo –. Y ese instante llegó a mí en Tlatelolco.»
Al día siguiente la revista Siempre! le dedicaría varias páginas al trabajo de Héctor, de tal manera que ello le concedería su segundo Premio Nacional de Periodismo. Su tercer premio de esta índole se lo debe a un reportaje que realizó sobre la Guerra de Medio Oriente, en 1979. En esta ocasión, el tema central del reportaje eran las disputas entre las distintas naciones por el territorio y la religión, problemas que aún se mantienen latentes. Aún con el constante peligro que significaba adentrarse en aquel territorio, Héctor García junto a Luis Suárez – periodista –, se las arreglaron para entrevistarse con el presidente Nasser; el líder de los palestinos, Yasser Arafat; y el rey Hussein.
En su visita al campamento donde se encontraba Arafat – al cual fue llevado con los ojos vendados y después de muchas negociaciones –, pudo ver de cerca la vida de las mujeres musulmanas que cantaban mientras alimentaban a sus bebes, con la firme convicción de que alimentaban a un futuro soldado; o a niños que desde muy temprana edad eran entrenados en el manejo de las armas; o el cómo tenían que capturar víboras y otras alimañas para poder alimentarse. Gracias a estas y otras experiencias capturadas a través de la lente de su cámara, Héctor García fue merecedor a su tercer Premio Nacional de Periodismo.
La Fundación María y Héctor García fue inaugurada el 28 de octubre de 2008, en la Ciudad de México. Este archivo tiene como finalidad, en principio cumplir con uno de los sueños de Héctor García; ahí se encuentra gran parte del material de Héctor, un aproximado de millón y medio de negativos. En esta sede se tiene también registro de las publicaciones en las que colaboró y una variedad significativa de documentos que respaldan su labor periodística durante todo el tiempo que trabajó como reportero gráfico. Además de exhibir su obra, también abre sus puertas a otros fotógrafos, tanto renombrados como a aquellos jóvenes que se inician en la exposición de sus obras.
«El archivo es un documento muy grande -cuenta su viuda, María García-, una cantidad enorme de negativos de eventos, de cosas que pasaban en la ciudad, manifestaciones, artistas, de todo. Sus viajes fueron muchos. Fotografió a todos los grandes pintores y a los grandes escritores, los ejes viales, el terremoto; hizo libros sobre los indios de México con Fernando Benítez, y libros de arquitectura. Andaba en todos lados, le interesaban muchas cosas y lo fotografiaba todo: la pobreza de la ciudad, los campesinos, Zacatecas, Veracruz, la carretera del Sureste, el nacimiento de Baja California, Pemex (donde trabajó 25 años), el nacimiento de Ciudad Universitaria, los murales, es enorme el material».
La vasta obra de Héctor García que se resguarda en el archivo está compuesta por fotografías de muy distinta índole. Muestra retratos de figuras del Cine de Oro Mexicano, como: María Félix, Pedro Infante, Dolores del Río, Cantinflas, Tin Tan, etc.; artistas plásticos como: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Frida Khalo, Dr. Atl, entre otros; da testimonio de distintos movimientos sociales como el ferrocarrilero y de maestros (1958), o el de los estudiantes de 1968 y 1971. Así mismo, muestra las campañas presidenciales, desde Adolfo Ruiz Cortines hasta José López Portillo.
Además cuenta con un registro fotográfico que da testimonio del crecimiento de la Ciudad De México, con la construcción de ejes viales, el metro, monumentos y de Ciudad Universitaria. También posee un registro importante de fotografías arqueológicas de México y Centroamérica; así mismo, tiene registro de los grupos étnicos de distintas regiones del país, tal es el caso del trabajo que realizó junto con Fernando Benítez para su libro Los Indios de México, del cual se desprende el trabajo de Héctor García, una crónica fotográfica llamada Semana Santa Cora, la cual da origen a una exposición en el Museo de Ciencias y Artes, y a un documental presentado en el Festival de los Pueblos de la XIII Reseña del Film de Documentación Social de Florencia, Italia, en 1972.
Pero sin duda alguna el tema que más llamaba su atención y el cual abarca la mayor parte de su obra, esta compuesto por retratos de la vida real – como él mismo la definió–; es decir, las condiciones humanas de la vida social marginada de gran parte del México del siglo XX.
Una de las obras de Héctor García que más ha dado la vuelta alrededor del mundo, quizá sea la titulada El niño en el vientre de concreto. La historia de esta fotografía se remonta hacia el año de 1952, ya establecida su agencia Foto Press. El mismo Héctor contó en una entrevista concedida a Norma Inés Rivera, para su libro Pata de perro (2007), que un día a la salida de la agencia se dirigió junto con Antonio Caballero, Lautaro González Porcel y Enrique Ramírez; hacía la plaza Garibaldi, fue entonces que cerca del entonces teatro Follies, pudo percatarse de un niño que se acurrucaba en un pequeño nicho de un viejo edificio.
Esta misma fotografía sería presentada en París, Francia; como parte de una exposición titulada Una fiesta de muertos mexicana, que albergaría a obras de distinta índole, en la cual la fotografía de Héctor García también sería incluida. La exposición sería inaugurada por el ministro francés de cultura André Malraux, quien al ver aquella fotografía, quedaría impactado por su crudeza e invitaría a Héctor a exponer su obra en Francia, la cual aceptaría y que ahí mismo se concertarían los detalles de la misma.
Héctor García (Ciudad de México,3 23 de agosto de 1923 - Ciudad de México, 2 de junio 2012) fue un fotógrafo mexicano, llamado por Carlos Monsiváis, Fotógrafo de la Ciudad:
«Si no república confederada, Héctor García es el nombre de varias, contradictorias y complementarias entidades: el fotoperiodista que transitó de la calle al palacio y de la farándula a la política; el reportero gráfico que llevó imágenes de los diarios vespertinos a los muros de la galería; el amigo de bailarinas exóticas, artistas de renombre e intelectuales de izquierda; el cronista de la "semana ardiente" de 1958, del verano rebelde de 1968 y de la campaña electoral de Luis Echeverría; el fotógrafo trotacalles y trotamundos; el conversador colmado de anécdotas y constructor de su propia leyenda; el iconógrafo de un reiterado conjunto de imágenes y el dueño de un archivo todavía por explorar.»
Reconocido por su extensa obra fotográfica que retrata la vida del México de mediados del siglo XX. Reportero gráfico o fotorreportero –como se hacia llamar así mismo–, trabajó para distintas publicaciones como Mañana, Siempre!, Revista de América, Time, Life Cruceiros, Novedades, entre otras. Recibió en tres ocasiones el Premio Nacional de Periodismo en los años 1958, 1968 y 1979; el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el 2002 e ingresó a la Academia de Artes en el 2005; entre otras importantes distinciones y reconocimientos. Viajero incansable, recorrió con su cámara América, Europa, Medio Oriente y Asia.
Estudió en el Instituto de Artes y Ciencias Cinematográficas de México, donde fue discípulo de Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa.
Desde 1945 trabajó como periodista gráfico, tanto en México como en el extranjero. Fue también docente en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM.
Debido a su avidez por salir a conocer el mundo, a los siete años, Héctor García ya había abandonado su casa de la vieja vecindad en La Candelaria de los Patos, para emprender sus primeros pasos que lo llevarían a recorrer gran parte del mundo. Su primer destino fueron las calles de Bucareli donde inició vendiendo periódicos, y las cuales se convertirían también en su hogar. Ahí se encontraban las oficinas de Excélsior y El Universal, por lo que pasaba las noches en las aceras esperando que los expendedores le entregaran su paquete de periódicos para vocearlos más tarde por las grandes avenidas.
Tiempo después, acusado de haberse robado algunos panes, dulces y demás comida, fue llevado a la correccional para menores. Durante su prisión estuvo bajo la tutela del doctor Alfonso Quiroz Cuarón.
En 1940 mientras se encontraba en la correccional, su madre fallece debido a una afección cardiaca; en ese momento, solamente tuvo oportunidad de asistir al funeral con un permiso especial.
Dentro de la correccional, Héctor conoció también a quien con el paso del tiempo se convertiría en su protector, el Dr. Gilberto Bolaños Cacho. En distintas ocasiones mientras se encontraba recluido, recibió la invitación de Gilberto para acompañarlo a pescar. También fue en ese mismo instante que Héctor comenzó a tomar sus primeras fotografías con una pequeña cámara que el mismo Gilberto le obsequiara.
Al cumplir dieciocho años, el joven Héctor abandonó la correccional para menores con sus estudios de primaria y secundaria terminados, para más tarde ingresar al Instituto Politécnico Nacional, apoyado por la maestra Paquita Acosta, por Alfonso Quiroz y por el mismo Gilberto Bolaños quienes lograron conseguirle una beca para entrar en aquella institución, que para ese entonces solamente otorgaba estudios para convertirse en obreros o mecánicos.
Ahí mismo junto a otros compañeros fundó la Confederación de Estudiantes Técnicos, donde se encargaría de editar periódicos murales. Pero muy poco duró su estancia como estudiante de nivel medio superior, ya que abandonaría sus estudios para emprender nuevamente el viaje en busca de mejores oportunidades.
En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, Héctor García viaja a los Estados Unidos, para trabajar como bracero. En su viaje de camino a aquel país, llega a Querétaro donde se efectuaban las contrataciones para laborar allá.
Una mañana en pleno invierno, él y otros compañeros se dirigieron a las vías del ferrocarril para trabajar en algunas reparaciones eléctricas que habían sido dañadas debido a las bajas temperaturas; allí, mientras se encontraban trabajando, llegó de súbito un inmenso tren a gran velocidad, alzando grandes remolinos de nieve que apenas les dio tiempo de replegarse contra la pared cubierta de nieve.
En muchas otras ocasiones, habían colocado estratégicamente cohetes en las vías para darles aviso de que un tren se aproximaba, pero en esta ocasión habían fallado, y como era también costumbre de ellos enumerarse después de que pasaban los trenes para asegurarse de que nadie estuviera herido o faltara; esta vez había sido distinto, pues durante su numeración, uno de sus compañeros no respondió y al buscarlo se encontraron con lo que Héctor describió como un campo de amapolas:
«Al retorno de la visión en el ámbito descubrimos sobre la nieve, cual campo de amapolas, los restos dispersos y enterrados de Ernesto. Era el cuerpo de nuestro compañero. El tren lo había arrollado, sembrando sus restos entre la nieve.»
Héctor García, quien llevaba la pequeña cámara que le había sido obsequiada por el doctor Gilberto Bolaños, tomó fotografías de aquella escena. Al revelar el rollo se encontró con que las fotografías habían salido trasparentes debido a la sobreexposición ocasionada por el reflejo intenso de la nieve.
Su frustración sería tal, que despertó en él un gran interés por averiguar que había sucedido con sus fotografías. Días después, viajó a Nueva York donde vio un anuncio que llamó su atención, se trataba de una pequeña escuela de fotografía.
Al terminar su permiso para laborar en Estados Unidos, Héctor permaneció durante algunos meses más laborando en otras actividades que van desde pintor hasta cocinero para las sopas condensadas Campbell’s, pero después de algún tiempo fue detenido por agentes de la migra, quienes lo deportaron a la frontera para regresar a México.
A su regreso a México, Héctor García contacta nuevamente al Dr. Gilberto Bolaños, quien lo presenta con Edmundo Valdés, director de la revista Celuloide, en donde comienza trabajar.
Dentro de la revista Celuloide comenzó barriendo oficinas, llevando tortas y refrescos, y en general haciendo todo lo que le pedían, mientras observaba de cerca el trabajo que realizaban fotógrafos y diseñadores.
Durante ese tiempo también conoció a Manuel Ángel Bayardi quien escribía para la revista Novedades bajo el seudónimo de Ariel; mismo que le conseguiría entrar a la Academia de Artes Cinematográficas. Dentro de la academia conoció a grandes figuras como Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Manuel Álvarez Bravo – a quien consideró su gran maestro – y al cineasta Gabriel Figueroa.
En 1953, Héctor conoce a María del Carmen Sánchez, a quien conoció gracias a Lupita Martínez, tía de María. Lupita trabajaba junto con Héctor en su laboratorio fotográfico.
Un año más tarde, en 1954, Héctor y María contraen nupcias el 4 de abril de ese mismo año. Después de dos semanas en Acapulco para celebrar su luna de miel, se encuentran con el arquitecto Mario Pani, quien lo invita a trabajar fotografiando regatas, por lo cual permanecen ahí por más de un mes.
Al inicio María solamente ayudaba a Héctor con el revelado y envío de fotografías, con el tiempo y animada por Elena Poniatowska, comenzó a interesarse cada vez más por la fotografía. Aunque Héctor y María comparten el empleo de la fotografía, cada uno le ha otorgado un toque característico, resultado de los años de trabajo y experiencias con la fotografía.
En 1965, Héctor y María recibieron a su primer hijo, nombrado igual que él. Dos años más tarde llegó su segundo hijo Yuri.
Para 1985 reciben a su tercer hija, Cecilia Amparo, cuyos nombres son otorgados en honor a sus dos abuelas.
En 1950 Héctor García funda su propia agencia de fotografía llamada Foto Press, que en un principio se encontraba en Reforma 12, en un pequeño despacho ubicado con el número 503. Tiempo después, debido a la ampliación de la avenida Paseo de la Reforma tuvo que mudarse a la calle de Rosales 28, pero pronto habría cambiarse nuevamente a la calle Morelos, esta vez porque la calle anterior terminaría por convertirse en eje vial.
Finalmente y debido al terremoto de 1985, todo el archivo de Héctor García es trasladado a su casa en Cumbres de Maltrata, Col. 2da. Del Periodista; ahí continuó su trabajo como fotorreportero a su muy particular estilo. Para entonces, las únicas agencias que existían, además de Foto Press, eran: la agencia de los Casasola, la de los hermanos Mayo, y la de uno de los fotógrafos emblemáticos de la época, Enrique el Gordo Díaz.
Como fotógrafo independiente, Héctor García tuvo que trabajar arduamente para poder mantener en pie su propia agencia, ya que ésta le exigía el doble de trabajo o quizá más del que hacia anteriormente. Para entonces, tendría que cubrir eventos de distinta índole, desde la política, deportes y hasta espectáculos, pero lo que para él representaba mayor interés, eran sin duda alguna los problemas sociales, presentes en gran parte de su obra fotográfica.
Desde la fundación de la agencia Foto Press, y a pesar de las colaboraciones que hacia para revistas y publicaciones periódicas, Héctor continuaba su propio trabajo. De esta manera, y como fotógrafo de planta para el periódico Excelsior, obtuvo su propia columna F 2.8, en la cual trabajó durante muchos años a lado del periodista Manuel Becerra Acosta, quien escribía los textos que acompañaban sus fotos.
Entre los años 1950 y 1954, se llevó a cabo la Carrera Panamericana en la que participó Héctor como fotógrafo. La carrera era organizada por el gobierno mexicano en conmemoración de la carretera que unía al país de un extremo a otro, de tal forma que el recorrido duraba varios días y contemplaba, entre otros estados, Oaxaca, Puebla, México, Durango y Chihuahua; conformando un total de 3114 kilómetros, aproximadamente.
Para finales de los cincuenta, Petróleos Mexicanos (PEMEX) contrata a Héctor para tomar registro fotográfico sobre los trabajos de exploración, refinamiento y perforación, así como de las instalaciones y el equipo que se utilizaba. Esta relación de trabajo duró más de dos décadas, este mismo trabajo sería presentado en 1963 en la Galería PEMEX, con el título Petróleo de México.
Héctor García fue acreedor en tres ocasiones al Premio Nacional de Periodismo. La primera vez fue en 1958, con la realización de un reportaje sobre el movimiento ferrocarrilero conocido como movimiento Vallejista, debido al líder del Sindicato que impulsó dicho movimiento, Demetrio Vallejo.
Gracias a que Héctor ya se había dedicado con anterioridad a cubrir diferentes mítines y manifestaciones, los policías lo reconocían fácilmente y le permitieron acercarse lo más posible para cumplir con su trabajo como reportero gráfico.
Aunque para ese entonces, Héctor se encontraba trabajando para Excélsior, la fuerte censura de la época impedía que los editores publicaran sus fotografías, así que él mismo, con ayuda del periodista Horacio Quiñones, decidieron crear una revista titulada Ojo. Una revista que ve. De esta forma y bajo las advertencias de restricciones, pudieron publicar las fotografías del movimiento; lo cual, para sorpresa del mismo Héctor, le hizo acreedor a su primer Premio Nacional de Periodismo, pues un trabajo que en un principio había sido víctima de la censura, finalmente resultaría premiado. Su segundo premio le es otorgado en 1968 por su reportaje sobre el Movimiento del 68, para la revista Siempre! En cuanto a éste, se trata de un movimiento estudiantil que el mismo Héctor García vivió desde adentro de la Universidad, pues en ese entonces Héctor era catedrático del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC).
Este movimiento comenzó por una disputa entre estudiantes de escuelas pertenecientes a la Universidad Nacional Autónoma de México y al Instituto Politécnico Nacional, respectivamente, pero debido a las fuertes represiones de aquel entonces por parte de la policía, hizo que la problemática aumentara aún más, pues detrás de ello se sabía perfectamente que habían intereses políticos, por lo que poco a poco se volvió una problemática de índole nacional.
Para entonces, el CUEC resultó ser el lugar idóneo desde donde los mismos alumnos se dieron a la tarea de documentar en fotografías lo respectivo al movimiento que poco tardaría en estallar. Mientras tanto, Héctor trabajaba en reportajes para un suplemento llamado México en la cultura.
Poco después Héctor estuvo presente en el mitin realizado el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Ahí como a muchos otros, le tocó presenciar el fuego emprendido en contra de los estudiantes y dirigentes ahí reunidos: «Ya empezaba a oscurecer y para salvarse no había otra cosa más que correr, y a la carrera, en mi caso, tomar las fotos que se pudieran.»
«Mientras corría, seguí tomando fotografías, pero el colmo de la temeridad fue que después de ponerme a salvo, en vez de irme a casa o al periódico, volví a la plaza. Fue la suma de todas las situaciones posibles y la cumplí, tal y como años antes lo predijo mi maestro Álvarez Bravo, al preguntarle cuándo uno podría considerarse un verdadero fotógrafo. “Cuando sientas que el revelador y el fijador circulan por tus ventas, sabrás que el momento ha llegado” – me dijo –. Y ese instante llegó a mí en Tlatelolco.»
Al día siguiente la revista Siempre! le dedicaría varias páginas al trabajo de Héctor, de tal manera que ello le concedería su segundo Premio Nacional de Periodismo. Su tercer premio de esta índole se lo debe a un reportaje que realizó sobre la Guerra de Medio Oriente, en 1979. En esta ocasión, el tema central del reportaje eran las disputas entre las distintas naciones por el territorio y la religión, problemas que aún se mantienen latentes. Aún con el constante peligro que significaba adentrarse en aquel territorio, Héctor García junto a Luis Suárez – periodista –, se las arreglaron para entrevistarse con el presidente Nasser; el líder de los palestinos, Yasser Arafat; y el rey Hussein.
En su visita al campamento donde se encontraba Arafat – al cual fue llevado con los ojos vendados y después de muchas negociaciones –, pudo ver de cerca la vida de las mujeres musulmanas que cantaban mientras alimentaban a sus bebes, con la firme convicción de que alimentaban a un futuro soldado; o a niños que desde muy temprana edad eran entrenados en el manejo de las armas; o el cómo tenían que capturar víboras y otras alimañas para poder alimentarse. Gracias a estas y otras experiencias capturadas a través de la lente de su cámara, Héctor García fue merecedor a su tercer Premio Nacional de Periodismo.
La Fundación María y Héctor García fue inaugurada el 28 de octubre de 2008, en la Ciudad de México. Este archivo tiene como finalidad, en principio cumplir con uno de los sueños de Héctor García; ahí se encuentra gran parte del material de Héctor, un aproximado de millón y medio de negativos. En esta sede se tiene también registro de las publicaciones en las que colaboró y una variedad significativa de documentos que respaldan su labor periodística durante todo el tiempo que trabajó como reportero gráfico. Además de exhibir su obra, también abre sus puertas a otros fotógrafos, tanto renombrados como a aquellos jóvenes que se inician en la exposición de sus obras.
«El archivo es un documento muy grande -cuenta su viuda, María García-, una cantidad enorme de negativos de eventos, de cosas que pasaban en la ciudad, manifestaciones, artistas, de todo. Sus viajes fueron muchos. Fotografió a todos los grandes pintores y a los grandes escritores, los ejes viales, el terremoto; hizo libros sobre los indios de México con Fernando Benítez, y libros de arquitectura. Andaba en todos lados, le interesaban muchas cosas y lo fotografiaba todo: la pobreza de la ciudad, los campesinos, Zacatecas, Veracruz, la carretera del Sureste, el nacimiento de Baja California, Pemex (donde trabajó 25 años), el nacimiento de Ciudad Universitaria, los murales, es enorme el material».
La vasta obra de Héctor García que se resguarda en el archivo está compuesta por fotografías de muy distinta índole. Muestra retratos de figuras del Cine de Oro Mexicano, como: María Félix, Pedro Infante, Dolores del Río, Cantinflas, Tin Tan, etc.; artistas plásticos como: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Frida Khalo, Dr. Atl, entre otros; da testimonio de distintos movimientos sociales como el ferrocarrilero y de maestros (1958), o el de los estudiantes de 1968 y 1971. Así mismo, muestra las campañas presidenciales, desde Adolfo Ruiz Cortines hasta José López Portillo.
Además cuenta con un registro fotográfico que da testimonio del crecimiento de la Ciudad De México, con la construcción de ejes viales, el metro, monumentos y de Ciudad Universitaria. También posee un registro importante de fotografías arqueológicas de México y Centroamérica; así mismo, tiene registro de los grupos étnicos de distintas regiones del país, tal es el caso del trabajo que realizó junto con Fernando Benítez para su libro Los Indios de México, del cual se desprende el trabajo de Héctor García, una crónica fotográfica llamada Semana Santa Cora, la cual da origen a una exposición en el Museo de Ciencias y Artes, y a un documental presentado en el Festival de los Pueblos de la XIII Reseña del Film de Documentación Social de Florencia, Italia, en 1972.
Pero sin duda alguna el tema que más llamaba su atención y el cual abarca la mayor parte de su obra, esta compuesto por retratos de la vida real – como él mismo la definió–; es decir, las condiciones humanas de la vida social marginada de gran parte del México del siglo XX.
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Muestran a María Félix desde el lente de Héctor García.16 de julio 2014.
La imagen forma parte del acervo de Héctor García.(Foto: Archivo)
Muestran a María Félix desde el lente de Héctor García.16 de julio 2014.
La imagen forma parte del acervo de Héctor García.(Foto: Archivo)
Imágenes que muestran a la actriz mexicana María Félix en el rodaje de películas como La escondida, Tizoc y Flor de mayo, así como regresando de sus viajes a París, en la convivencia con voceros y periodistas, integran una exposición que se exhibe a partir de hoy en la Cineteca Nacional. Una entrega de Notimex:
En entrevista, la curadora de la muestra María Félix, la diva a través de la mirada de Héctor García, Gabriela González Reyes, explicó que a petición del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) se eligieron un total de 45 imágenes en distintos formatos del acervo del fotógrafo Héctor García para montar la exhibición que tendrá como primera sede la Cineteca para luego itinerar por diversos festivales.
«El acervo de Héctor García suma más de un millón 700 mil fotografías y aunque no sabemos cuántas imágenes reunió de María Félix, se realizó un arduo trabajo de investigación para esta selección, lo cual se pudo lograr gracias al apoyo de María García», expresó.
El acervo de Héctor García (1923-2012) también incluye una gran cantidad de rollos dedicados al cine, más de 28 películas registradas, lo que les dio pie para iniciar la colección de imágenes dedicadas al cine, «en esta primera muestra se puede ver a María Félix en su cotidianeidad, en su boda con Jorge Negrete o conviviendo con los voceadores».
En la inauguración de la exposición estuvieron presentes el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa; el director de Imcine, Jorge Sánchez; el director de la Cineteca Nacional, Alejandro Pelayo, y María García, viuda y colega de Héctor García.
«Esta exposición reúne el ojo fotográfico de Héctor García y la belleza y presencia de María Félix, ícono del cine mexicano, lo cual es posible gracias a la generosidad de María (viuda de García), este año la actriz cumpliría 100 años y hay que festejarla durante todo año», expresó el presidente de Conaculta.
En su oportunidad, Alejandro Pelayo indicó que con esta exposición la Cineteca rinde un homenaje a María Félix, «porque el tributo es todo el año y se complementa con una retrospectiva fílmica de la actriz que se proyectará hasta el 23 de julio».
Indicó que esta muestra es la primera de una serie de exposiciones sobre cine nacional e internacional, que se montarán en el lobby de las salas 1, 2 y 3, de la Cineteca.
Al dar un recorrido por la muestra, se observan imágenes en las que Héctor García captó con su lente a María Félix acompañada de Andrés y Domingo Soler durante el rodaje de La escondida (1955); acompañada de Pedro Arméndariz en la misma cinta, al lado de Pedro Infante en una escena de Tizoc: Amor indio (1956) o tomando un descanso en una hamaca.
También se incluyeron algunas fotografías de «La Doña» en el aeropuerto de la Ciudad de México cuando regresó de uno de sus viajes a París, luciendo una gran sonrisa, o al lado de su esposo Alex Berger; rodeada de multitudes, conviviendo con periodistas o voceadores, siempre acaparó miradas.
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Payasito callejero, 1950
Entre el progreso y el desarrollo, 1950
Ángeles mayas, Yucatán, 1960
Frida Kahlo
La vida de un ferrocarrilero, 1951
Elena Poniatowska
Frida, abrazo
Elena Garro (entonces esposa de Octavio Paz) y Gabo
Monsiváis, Cuevas, Benítez y Fuentes en el café La Ópera, 1969
El caricaturista Abel Quezada en su estudio de avenida Reforma, 1964
Gloria Mestre (belleza sobre la ciudad), 1956
Rebajas (camerino callejero), 1950
Nuestra señora sociedad (el embajador pisa la cola), 1947
Esta misma fotografía sería presentada en París, Francia; como parte de una exposición titulada Una fiesta de muertos mexicana, que albergaría a obras de distinta índole, en la cual la fotografía de Héctor García también sería incluida. La exposición sería inaugurada por el ministro francés de cultura André Malraux, quien al ver aquella fotografía, quedaría impactado por su crudeza e invitaría a Héctor a exponer su obra en Francia, la cual aceptaría y que ahí mismo se concertarían los detalles de la misma.
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sábado, 8 de julio de 2017
Graciela Iturbide (1942)
«Busco descubrir mi propia nostalgia en los seres humanos...»
Al anunciar la apertura de la exposición Retrospectiva 1969-2008, la Fundación Mapfre dio a conocer hoy haber adquirido las 180 imágenes que integran esta muestra.
Graciela Iturbide (16 de mayo de 1942, Ciudad de México, México) es una prestigiosa fotógrafa mexicana que obtuvo el importante Premio Hasselblad de fotografía durante el año 2008.
En 1969 curso estudios en la Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, y posteriormente fue asistente del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo. Al poco tiempo de esto se produjo la repentina muerte de su hija de seis años y su vida cambió radicalmente. Graciela convirtió definitivamente la fotografía en su profesión, haciendo un trabajo sobre el general golpista Omar Torrijos en Panamá.
Posteriormente el pintor Francisco Toledo la invitó a Juchitán, Oaxaca, México, donde realizó su primera exposición individual.
Es autora de varios libros, entre los que destacan Los que viven en la arena (1981) y Juchitán de las mujeres (1989). Las exposiciones de su obra han cruzado el Atlántico, en salas como el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid o en festivales internacionales, como el celebrado en Arlés en 1979.
Entre 1980 y 2000, Iturbide fue invitada a trabajar en Cuba, Alemania Oriental, India, Madagascar, Hungría, París y los Estados Unidos, produciendo un importante número de trabajos.
Ha expuesto individualmente en el Centre Pompidou (1982), el San Francisco Museum of Modern Art (1990), el Philadelphia Museum of Art (1997), el Paul Getty Museum (2007), la Fundación MAPFRE, Madrid (2009), el Photography Museum Winterthur (2009) y la Barbican Art Gallery (2012), entre otros. Iturbide ha recibido el premio de la W. Eugene Smith Memorial Foundation, 1987; el Grand Prize Mois de la Photo, Paris, 1988; la Guggenheim Fellowship por el proyecto Fiesta y Muerte, 1988; el Hugo Erfurth Award, Leverkusen, Alemania, 1989; el International Grand Prize, Hokkaido, Japón, 1990; el premio Rencontres Internationales de la Photographie, Arles, 1991; el premio Hasselblad, 2008; el Premio Nacional de Ciencias y Artes, Ciudad de México, 2008; el Doctor honoris causa en Fotografía por el Columbia College Chicago en 2008; y el Doctor honoris causa en Artes por el San Francisco Art Institute en 2009. Continúa viviendo y trabajando en la Ciudad de México. Actualmente prepara una exposición de su obra reciente en el Museo Amparo en Puebla, la cual se llevará a cabo en febrero de 2013.
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Entre los muchos aprendizajes de Manuel Álvarez Bravo que Iturbide hizo suyos, recuerda que pasaba las horas contemplando con él: «Cómo hay que tener el tiempo necesario para uno». Sobre la pared más visible de su laboratorio, Álvarez Bravo tenía colgado un letrero que decía «Hay tiempo, hay tiempo». Iturbide recuerda cómo éste salía y ponía su cámara en espera de que llegara el momento, de que aconteciera ese algo que ameritara un clic. «Él tomaba una o dos tomas de esos momentos. Por ejemplo, de Obrero en huelga asesinado hay dos tomas, nada más. Hay personas que le entienden a la vida como es —recuerda con una irónica sonrisa Iturbide—, en ese sentido Álvarez Bravo me hizo muchísimo daño.» Ese mismo «daño», ha persistido en la siguiente generación. El arquitecto mexicano Mauricio Rocha, hijo de Graciela, asegura que esta «capacidad de contemplación, de promover un espacio no negociable para la reflexión y el pensamiento»es uno de los máximos aprendizajes que le ha dejado su madre.
Tomado del articulo de Diego Rebasa para Gatopardo
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Mujer Ángel, Desierto de Sonora México. 1979.
Duelo / Mourning
Chiapas, 1975
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Fotógrafo,
Graciela Iturbide,
Manuel Álvarez Bravo,
México
lunes, 29 de mayo de 2017
Manuel Álvarez Bravo (1902-2002)
Manuel Álvarez Bravo por Graciela Iturbide, 1970's
Manuel Álvarez Bravo, Uno de los fundadores de la fotografía moderna, es considerado como el mayor representante de la fotografía latinoamericana del siglo XX. Su obra se extiende de finales de la década de 1920 a la de los noventas.
Nace en el centro de la capital mexicana el 4 de febrero de 1902. Interrumpe sus estudios a los doce años al fallecer su padre y comienza a trabajar para ayudar en la economía familiar, en una fábrica textil y posteríormente en la Tesorería General de la Nación.
Su abuelo, pintor, y su padre, maestro, eran aficionados a la fotografía. El descubrimiento temprano de las posibilidades de la cámara le hará explorar en autodidacta todos los procedimientos fotográficos, así como las técnicas de la gráfica.
En un inicio aborda el pictorialismo, influido por sus estudios de pintura en la Academia de San Carlos. Explora luego las estéticas modernas, con el descubrimiento del cubismo y las posibilidades de la abstracción. En 1930 se inicia en la fotografía documental: Tina Modotti, al ser deportada de México, le deja su trabajo en la revista Mexican Folkways. Así trabaja para los pintores muralistas: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros.
Álvarez Bravo es una figura emblemática del periodo posterior a la Revolución mexicana conocido como renacimiento mexicano. Fue aquel un periodo cuya riqueza se debe a la feliz, aunque no siempre serena, coexistencia de un afán de modernización y de la búsqueda de una identidad con raíces propias en que la arqueología, la historia y la etnología desempeñaron un papel relevante, de modo paralelo a las artes. Álvarez Bravo encarna ambas tendencias en el terreno de las artes plásticas.
De 1943 a 1959 trabaja en el cine realizando fotografías fijas, lo que lo lleva a producir algunos experimentos personales.
En vida, presentó más de 150 exposiciones individuales y participó en más de 200 exposiciones colectivas. Según numerosos críticos, la obra de este “poeta de la lente” expresa la esencia de México, pero la mirada humanista que refleja su obra, las referencias estéticas, literarias y musicales que contiene, lo confieren también una dimensión universal.
Falleció el 19 de octubre de 2002, a los cien años.
« Las Fotos son como la Vida » - Manuel Alvarez Bravo
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Ondas de papel (Vagues de papier)
vers 1928
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Tríptico cemento-2 / La Tolteca
(Triptyque béton-2 / La Tolteca)
1929
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique d’époque.
Collection Familia González Rendón.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Bicicleta al cielo (Bicyclette au ciel)
1931
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Maniquí tapado (Mannequin couvert)
1931
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve au platine-palladium tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
La hija de los danzantes
(La fille des danseurs)
1933
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve au platine-palladium tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Obrero en huelga, asesinado
(Ouvrier en grève, assassiné)
1934
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Los agachados (Les Courbés)
1934
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
La buena fama durmiendo
(La Bonne Renommée endormie)
1938
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
De las maneras de dormir
(Des manières de dormir)
vers 1940
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Retrato desagradable (Portrait désagréable)
1945
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Mechón (Mèche)
vers 1945
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
El color (La Couleur)
1966
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve chromogénique d’époque.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Los novios de la falsa luna
(Les Amoureux de la fausse lune)
1967
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Corriente, Texcoco (Courant, Texcoco)
1974-1975
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve chromogénique d’époque.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
Parábola óptica, 1931
Caballo de madera, 1928
Como isla, 1963-1964
Parábola óptica, 1931
Caballo de madera, 1928
Como isla, 1963-1964
Campana y tumba
__________
Entrevista
Por Ana Bianco
Manuel Alvarez Bravo es reconocido como el fotógrafo de «lo mexicano», entendido esto como una unidad entre el paisaje y la gente, que supo plasmar con destreza y originalidad, hasta llegar a ser considerado entre uno de los maestros de la fotografía latinoamericana del siglo XX. A fines de los años ’20, sus trabajos concitaron la atención del fotógrafo norteamericano Edward Weston y de su discípula italiana, Tina Modotti, residentes en México. En 1930 comenzó su carrera tomando fotos de los murales de Diego Rivera y David Siqueiros, entre otros, y se relacionó con el medio cultural nacional e internacional. En ese trayecto, compartió una exposición con el fotógrafo francés Henri Cartier Bresson y entabló amistad con el escritor Andre Breton, quien vio en sus fotos un surrealismo innato. La década del ’40 marcó su inicio en el mundo del cine: trabajó como fotógrafo para el ruso Sergei Eisenstein en ¡Que Viva México! y participó en rodajes de John Ford y Luis Buñuel. Las exhibiciones de sus obras han recorrido el mundo y no sólo documentan: expresan una mirada humanista, la de un poeta de la lente. En su producción conviven fotos canónicas como Obrero en huelga asesinado –una de las más famosas–, registro de un joven tendido en el suelo, con otras que recorren un México de calles angostas, plazas, barrios, pueblos y tradiciones que dan sabor a una cultura. Parte de ese trabajo puede apreciarse en Manuel Alvarez Bravo. Fotografías, la muestra que desde el viernes y hasta el 25 de mayo se verá en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3515), y que da cuenta de las diferentes etapas entre 1920 y 1947.
A continuación se ofrece parte de la última entrevista realizada a Manuel Alvarez Bravo juntamente con Rosa María Villareal, y publicada el 19 de enero de 1997 en el diario Reforma de México. En su casa de Coyoacán, con 94 años encima, entabló una charla con tirabuzón, mientras los olores del guisado llamaban a la mesa. «Yo nunca supe cuándo realicé mi primera fotografía», memoró Alvarez Bravo, nacido el 4 de febrero de 1902, hijo de un fotógrafo amateur. «Probablemente era entre 1922 o 1923, pero ahora, mientras estas chicas realizan copias, encontré el primer retrato que hice en mi vida. Es el de mi hermana Isabel, un retrato desconocido. Lo hice con una cámara sepia, en placa de cristal de cuatro por cinco. Antes seguramente había hecho otras, pero esta fue la primera que tomé con una cámara así.» El artista hablaba con naturalidad y lucidez de la labor diaria que lo tenía ocupado sin importarle la pesadez de los años: «Hago lo mismo de siempre, trabajo. Nunca he hecho algo especial. Paso de tres a cuatro horas durante las mañanas en el laboratorio, sigo tomando negativos, haciendo copias. Ahí trabajo mucho, en silencio. Yo vivo así, sin preocupaciones…»
¿En qué trabaja actualmente?
Mi último trabajo, creo interesante, es el que he hecho sobre las fiestas de aquí, las del Niño Jesús de Coyoacán. Me está pasando una cosa extraña al enfrentarme con esas cámaras nuevas y maravillosas que producen todo en automático. Tener ese instrumento en las manos hace que también mi trabajo sea bastante automático. El trabajo de los ojos, de la experiencia adquirida, de lo que se ve y gusta ver, no cuentan. El hecho es que uno produce cientos y cientos de fotos, como si la cámara lo impusiera.
¿Trabaja solo en el laboratorio?
Tengo dos jóvenes asistentes. Una de ellas está haciendo copias de todo lo que produje en 1995 y 1996, lo que me es positivo y útil, hacer un álbum de mis fotos. Nunca me hubiera imaginado que tenía cientos de fotos de los últimos tiempos.
¿Tiene una estimación de la cantidad de fotos que conforman su archivo personal?
Es imposible hablar de cantidades. Un periodista norteamericano me preguntó cuál era el tema predominante en mi obra; no hay ni cantidad ni tema. Uno puede tomar fotos de gentes, de caballos, de perros. Así trabajo, sin encargos, sin proyectos definidos. Lo único que hacen los proyectos muy definidos es coartar la libertad de ver y de trabajar.
Pero usted tuvo un proyecto muy definido con el Centro Cultural Arte Contemporáneo.
Efectivamente: de 1980 a 1986 formé la colección de fotografía de ese Centro, donde se exhibe permanentemente. Se hicieron tres tomos que ilustran este trabajo. Para mí era muy importante hacer una panorámica de la historia de la fotografía que contenga los nombres y obras importantes, las técnicas desde su creación hasta la fecha, exceptuando las producidas bajo procedimientos computarizados.
Fue entonces cuando se anunció la creación de un museo que llevaría su nombre. ¿Qué hay de eso?
Yo no tuve mucho interés en esta cuestión, de hacer cosas así de grandes y con mi nombre. No estoy de acuerdo con hacerme pedestales en vida. Después de tantos años de trabajar con el Centro, lo que quería era concentrarme en mi propio trabajo y es la primera vez que lo hago así, sin ningún punto de apoyo, únicamente con la beca del Fonca (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes).
Ha hecho fotografía casi durante toda su vida. ¿Cambió su forma de mirar?
No es que cambie, evoluciona. La forma de mirar siempre es la misma, pero se ha modificado por la experiencia que dan la vida y las artes, de las que siempre estuve muy cerca. Siempre estoy atento a todas las artes, a la música, la pintura, la escultura, la literatura. He leído muchísimo y la música está donde estoy, en mi casa, en el laboratorio.
Algunos escritores cambiaron partes de sus obras porque con los años les producen insatisfacción o vergüenza. ¿Le ha pasado?
No. Las fotografías son como la vida, van teniendo su destino, según la técnica y la propia cultura en la que se generaron.
¿Hizo un testamento de su obra?
No, pero toda mi obra es para mi familia y para Coyoacán.
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