lunes, 29 de mayo de 2017

Saul Leiter (1923-2013)


Me han descrito como un pionero. ¿Soy un pionero? No sé si lo soy. Quizá lo sea. Quizá no. No importa si lo soy o no.

Saul Leiter nació en Pittsbug, en 1923, en el seno de una familia judía. Ingresó pronto en la escuela de teología con la finalidad de ser rabino pero finalmente dejó los estudios de teología para trasladarse a Nueva York y formarse como pintor. Allí conoce al artista Richard Pousette-Dart y empieza a desarrollar una pintura expresionista-abstracta, aunque también empieza a fotografiar.

Habiendo comenzado con 12 años a fotografiar con una Detrola, a los 23 marchó a Nueva York interesado por la pintura abstracta y convencido de que quería ser artista, dejando así un futuro como rabino marcado por su familia. Allí, influenciado por W. Eugene Smith, comenzó con la fotografía en blanco y negro gracias a una Leica de 35mm para más tarde, en 1948, empezar con sus primeras instantáneas en color.

El mismo Pousette-Dart y Eugene Smith le animaron a que siguiera fotografiando y comenzó a experimentar con una Leica. Se dedicó a la fotografía de moda, trabajando para revistas como Elle o Vogue pero siguió desarrollando su trabajo personal de fotografía de calle de manera discreta.

En sus imágenes de fotografía de calle, en muchos momentos, tiende a la abstracción, jugando con la textura que proporciona mirar a través de cristales mojados, las cortinas de nieve, los múltiples reflejos en escaparates, las siluetas que intuyen personajes, con elementos que inesperadamente entran en escena aunque ocupen una porción pequeñísima de la imagen. Utiliza pocos elementos y pocos tonos consiguiendo imágenes de lectura sencilla, su abundancia de imágenes verticales, los colores que conseguía  recuerdan los que también conseguía Ernst Haas, se dice que debido al uso de carretes caducados y es que Leiter pasó ciertas penurias en algunos momentos y a veces no se podía permitir comprar película nueva.

Me parece fantástico ver este trabajo en el contexto en que se desarrolló, pues Leiter compartió escenario con otros fotógrafos como Robert Frank o William Klein en el Nueva York de los años 50 y sin embargo qué miradas tan diferentes, la de Leiter más introspectiva y serena, intentando buscar orden en el desorden de esas calles.

La abstracción fue otra constante en su obra. También muy propia de la pintura que le hizo destacar sobre sus contemporáneos ofreciendo un halo de modernidad que ha traspasado hasta nuestros tiempos. ¿Quién diría que sus creaciones son de mediados del siglo XX?

Un fotógrafo cuya obra ha cubierto las paredes de los grandes museos, que fotografiaba sus calles más cercanas por puro placer mientras se ganaba la vida como fotógrafo de moda, un visionario por su manera de ver en el color algo más que un tratamiento para encargos comerciales, dando así la espalda al blanco y negro canónico y haciéndonos comprender la belleza con imágenes más allá de las palabras.

Fallece el 26 de noviembre de 2013.

___________


I spent a great deal of my life being ignored. I was always very happy that way. Being ignored is a great privilege. That is how I think I learnt to see what others do not see and to react to situations differently. I simply looked at the world, not really prepared for anything. – Saul Leiter

__________



Lanesville, 1958



New York, circa 1950



Reflection, 1958




Newspaper Kiosk, 1958



New York, circa 1958



New York, circa 1950



New York, circa 1960


Sign Painter, 1954


Paris, 1959





Taxi, New York,1957



Técnicas Creativas en Fotografía

Kodak



Técnicas Creativas en Fotografía 




I.S.B.N. 84-400-9845-6
Edición Española y traducción
 Kodak S.A.,1976
 Impreso en España
 Astygi. Coslada-Madrid

B&W 37 june 2005

Black an White Magazine







Portada de la revista para coleccionistas de fotografía.

En la portada Madonna, 1983 foto de Curtis Knapp.


Ademas de las secciones habituales en este número aparecen artículos sobre Doddy Weston Thmpson, Curtis Knapp, Jason Weston, Joakim Eneroth, Glenn Grenn, Morry Katz, D.R. Martin, Eriko Martinez y Nancy Warner.

Manuel Álvarez Bravo (1902-2002)



Manuel Álvarez Bravo por Graciela Iturbide, 1970's



Manuel Álvarez Bravo, Uno de los fundadores de la fotografía moderna, es considerado como el mayor representante de la fotografía latinoamericana del siglo XX. Su obra se extiende de finales de la década de 1920 a la de los noventas.

Nace en el centro de la capital mexicana el 4 de febrero de 1902. Interrumpe sus estudios a los doce años al fallecer su padre y comienza a trabajar para ayudar en la economía familiar, en una fábrica textil y posteríormente en la Tesorería General de la Nación.

Su abuelo, pintor, y su padre, maestro, eran aficionados a la fotografía. El descubrimiento temprano de las posibilidades de la cámara le hará explorar en autodidacta todos los procedimientos fotográficos, así como las técnicas de la gráfica.

En un inicio aborda el pictorialismo, influido por sus estudios de pintura en la Academia de San Carlos. Explora luego las estéticas modernas, con el descubrimiento del cubismo y las posibilidades de la abstracción. En 1930 se inicia en la fotografía documental: Tina Modotti, al ser deportada de México, le deja su trabajo en la revista Mexican Folkways. Así trabaja para los pintores muralistas: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros.

Álvarez Bravo es una figura emblemática del periodo posterior a la Revolución mexicana conocido como renacimiento mexicano. Fue aquel un periodo cuya riqueza se debe a la feliz, aunque no siempre serena, coexistencia de un afán de modernización y de la búsqueda de una identidad con raíces propias en que la arqueología, la historia y la etnología desempeñaron un papel relevante, de modo paralelo a las artes. Álvarez Bravo encarna ambas tendencias en el terreno de las artes plásticas.

De 1943 a 1959 trabaja en el cine realizando fotografías fijas, lo que lo lleva a producir algunos experimentos personales.

En vida, presentó más de 150 exposiciones individuales y participó en más de 200 exposiciones colectivas. Según numerosos críticos, la obra de este “poeta de la lente” expresa la esencia de México, pero la mirada humanista que refleja su obra, las referencias estéticas, literarias y musicales que contiene, lo confieren también una dimensión universal.

Falleció el 19 de octubre de 2002, a los cien años.


« Las Fotos son como la Vida » - Manuel Alvarez Bravo
__________




Ondas de papel (Vagues de papier)
vers 1928
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Tríptico cemento-2 / La Tolteca
(Triptyque béton-2 / La Tolteca)
1929
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique d’époque.
Collection Familia González Rendón.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Bicicleta al cielo (Bicyclette au ciel)
1931
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Maniquí tapado (Mannequin couvert)
1931
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve au platine-palladium tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



La hija de los danzantes
(La fille des danseurs)

1933
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve au platine-palladium tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Obrero en huelga, asesinado
(Ouvrier en grève, assassiné)
1934
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Los agachados (Les Courbés)
1934
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



La buena fama durmiendo
(La Bonne Renommée endormie)
1938
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



De las maneras de dormir
(Des manières de dormir)
vers 1940
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.


Retrato desagradable (Portrait désagréable)
1945
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Mechón (Mèche)
vers 1945
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



El color (La Couleur)
1966
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve chromogénique d’époque.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Los novios de la falsa luna
(Les Amoureux de la fausse lune)
1967
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Corriente, Texcoco (Courant, Texcoco)
1974-1975
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve chromogénique d’époque.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.


Parábola óptica, 1931



Caballo de madera, 1928



Como isla, 1963-1964





Campana y tumba






Dos pares de piernas, 1928


Que chiquito es el mundo (How Small the World Is)




Day dreamer
__________


Entrevista 



Por Ana Bianco

Manuel Alvarez Bravo es reconocido como el fotógrafo de «lo mexicano», entendido esto como una unidad entre el paisaje y la gente, que supo plasmar con destreza y originalidad, hasta llegar a ser considerado entre uno de los maestros de la fotografía latinoamericana del siglo XX. A fines de los años ’20, sus trabajos concitaron la atención del fotógrafo norteamericano Edward Weston y de su discípula italiana, Tina Modotti, residentes en México. En 1930 comenzó su carrera tomando fotos de los murales de Diego Rivera y David Siqueiros, entre otros, y se relacionó con el medio cultural nacional e internacional. En ese trayecto, compartió una exposición con el fotógrafo francés Henri Cartier Bresson y entabló amistad con el escritor Andre Breton, quien vio en sus fotos un surrealismo innato. La década del ’40 marcó su inicio en el mundo del cine: trabajó como fotógrafo para el ruso Sergei Eisenstein en ¡Que Viva México! y participó en rodajes de John Ford y Luis Buñuel. Las exhibiciones de sus obras han recorrido el mundo y no sólo documentan: expresan una mirada humanista, la de un poeta de la lente. En su producción conviven fotos canónicas como Obrero en huelga asesinado –una de las más famosas–, registro de un joven tendido en el suelo, con otras que recorren un México de calles angostas, plazas, barrios, pueblos y tradiciones que dan sabor a una cultura. Parte de ese trabajo puede apreciarse en Manuel Alvarez Bravo. Fotografías, la muestra que desde el viernes y hasta el 25 de mayo se verá en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3515), y que da cuenta de las diferentes etapas entre 1920 y 1947.

A continuación se ofrece parte de la última entrevista realizada a Manuel Alvarez Bravo juntamente con Rosa María Villareal, y publicada el 19 de enero de 1997 en el diario Reforma de México. En su casa de Coyoacán, con 94 años encima, entabló una charla con tirabuzón, mientras los olores del guisado llamaban a la mesa. «Yo nunca supe cuándo realicé mi primera fotografía», memoró Alvarez Bravo, nacido el 4 de febrero de 1902, hijo de un fotógrafo amateur. «Probablemente era entre 1922 o 1923, pero ahora, mientras estas chicas realizan copias, encontré el primer retrato que hice en mi vida. Es el de mi hermana Isabel, un retrato desconocido. Lo hice con una cámara sepia, en placa de cristal de cuatro por cinco. Antes seguramente había hecho otras, pero esta fue la primera que tomé con una cámara así.» El artista hablaba con naturalidad y lucidez de la labor diaria que lo tenía ocupado sin importarle la pesadez de los años: «Hago lo mismo de siempre, trabajo. Nunca he hecho algo especial. Paso de tres a cuatro horas durante las mañanas en el laboratorio, sigo tomando negativos, haciendo copias. Ahí trabajo mucho, en silencio. Yo vivo así, sin preocupaciones…»

¿En qué trabaja actualmente?

Mi último trabajo, creo interesante, es el que he hecho sobre las fiestas de aquí, las del Niño Jesús de Coyoacán. Me está pasando una cosa extraña al enfrentarme con esas cámaras nuevas y maravillosas que producen todo en automático. Tener ese instrumento en las manos hace que también mi trabajo sea bastante automático. El trabajo de los ojos, de la experiencia adquirida, de lo que se ve y gusta ver, no cuentan. El hecho es que uno produce cientos y cientos de fotos, como si la cámara lo impusiera.

¿Trabaja solo en el laboratorio?

Tengo dos jóvenes asistentes. Una de ellas está haciendo copias de todo lo que produje en 1995 y 1996, lo que me es positivo y útil, hacer un álbum de mis fotos. Nunca me hubiera imaginado que tenía cientos de fotos de los últimos tiempos.

¿Tiene una estimación de la cantidad de fotos que conforman su archivo personal?

Es imposible hablar de cantidades. Un periodista norteamericano me preguntó cuál era el tema predominante en mi obra; no hay ni cantidad ni tema. Uno puede tomar fotos de gentes, de caballos, de perros. Así trabajo, sin encargos, sin proyectos definidos. Lo único que hacen los proyectos muy definidos es coartar la libertad de ver y de trabajar.

Pero usted tuvo un proyecto muy definido con el Centro Cultural Arte Contemporáneo.

Efectivamente: de 1980 a 1986 formé la colección de fotografía de ese Centro, donde se exhibe permanentemente. Se hicieron tres tomos que ilustran este trabajo. Para mí era muy importante hacer una panorámica de la historia de la fotografía que contenga los nombres y obras importantes, las técnicas desde su creación hasta la fecha, exceptuando las producidas bajo procedimientos computarizados.

Fue entonces cuando se anunció la creación de un museo que llevaría su nombre. ¿Qué hay de eso?

Yo no tuve mucho interés en esta cuestión, de hacer cosas así de grandes y con mi nombre. No estoy de acuerdo con hacerme pedestales en vida. Después de tantos años de trabajar con el Centro, lo que quería era concentrarme en mi propio trabajo y es la primera vez que lo hago así, sin ningún punto de apoyo, únicamente con la beca del Fonca (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes).

Ha hecho fotografía casi durante toda su vida. ¿Cambió su forma de mirar?

No es que cambie, evoluciona. La forma de mirar siempre es la misma, pero se ha modificado por la experiencia que dan la vida y las artes, de las que siempre estuve muy cerca. Siempre estoy atento a todas las artes, a la música, la pintura, la escultura, la literatura. He leído muchísimo y la música está donde estoy, en mi casa, en el laboratorio.

Algunos escritores cambiaron partes de sus obras porque con los años les producen insatisfacción o vergüenza. ¿Le ha pasado?

No. Las fotografías son como la vida, van teniendo su destino, según la técnica y la propia cultura en la que se generaron.

¿Hizo un testamento de su obra?

No, pero toda mi obra es para mi familia y para Coyoacán.


domingo, 28 de mayo de 2017

Francesc Boix (Barcelona, 14 de agosto 19201 - París, Julio de 1951)



La destrucción y estragos de la guerra. Jaume Garibau, comisario de la 30ª División, y dos soldados caminan entre las ruinas de Vilanova de la Barca (Lleida), en agosto de1938.

Gisèle Freund (19 de diciembre de 1908 - 30 de marzo de 2000)


Un tren está por salir de la estación de Frankfurt hacia París. El año es 1933. No es un guarda sino un oficial de la Gestapo el que revisa los boletos y documentos de los pasajeros. Cuando le llega el turno a la joven Gisèle Freund, el de la Gestapo inquiere de mala manera: “¿Judía?”. Con asombrosa sangre fría, la jovencita contesta: “¿Conoce alguna judía que se llame Gisèle?”. Así fue como zafó de los nazis y llegó a París. Su propósito era terminar allá la carrera de Sociología que en Alemania le habían prohibido continuar, pero una segunda casualidad volvió a redefinir su destino.

Su pasatiempo era sacar fotos con una Leica que le había regalado su padre y, con el último rollo que había traído consigo de Alemania, retrató en sus primeros días en París el rescate del cuerpo de una suicida que se había arrojado al Sena. Un diario vespertino le compró la foto por lo impúdica que era. “Sólo un aficionado pudo ser capaz de lograr una instantánea así”, fue el despectivo comentario del editor que le compró la foto.

La segunda instantánea que vendió era una escena febril de la Bolsa de París. La imagen apareció en la misma semana en dos diarios diferentes, uno belga y otro alemán. En el diario belga con la leyenda: “Las acciones en la Bolsa francesa alcanzan un precio fabuloso”. El alemán, en cambio, decía: “Pánico en la Bolsa de París, consecuencia de la especulación judía”. Si la autobiografía de un fotógrafo está en sus imágenes, la vida de Gisèle Freund está signada por esta clase de equívocos y casualidades. Sus fotos más conocidas son retratos de escritores y artistas pero, vistos hoy, casi todos ellos son asombrosamente poco expresivos si se los compara con los que realizaron en la misma época sus colegas Cartier-Bresson y Brassai.

Se la considera una pionera del rubro porque fue la primera en hacer retratos en color, pero para hacerlo debía utilizar materiales Agfa venidos de Alemania, en una época en que dedicaba sus mayores desvelos a denunciar y combatir el régimen del que había huido. En 1939 viajó a los Vosgos con el encargo de demostrar que los habitantes de la región querían que Francia se alzase contra Alemania e impidiese la invasión. Sus imágenes en cambio mostraban las consecuencias de la Primera Guerra más de veinte años después: los bosques arrasados por los obuses en 1918 seguían sin recuperar su aspecto normal y alzaban sus raquíticas ramas hacia el cielo con muda desesperanza, las infinitas cruces de madera blanca en los cementerios que, con su uniformidad, eran la contracara flagrante de la manera en que se van acomodando de a uno los muertos en los camposantos en tiempos de paz.

 No fueron estas fotos sino sus retratos de escritores los que llamaron la atención de Victoria Ocampo, quien la invitó a la Argentina pocas semanas antes de que los nazis llegaran a París. Su llegada al puerto de Buenos Aires produjo el primer equívoco. Cuando el funcionario de Aduana le preguntó nacionalidad y profesión, ella contestó “artista francesa” (por temor a ser rechazada si decía que era alemana) y el funcionario la registró como prostituta, porque así (“artista francesa”) se definían todas las profesionales del sexo que venían a probar suerte a Argentina.

El propósito inicial de su viaje era registrar a los miembros del grupo Sur, y agotó pronto esa tarea. Así que se fue a recorrer la Patagonia, Tierra del Fuego y el sur chileno, y a la vuelta aceptó un encargo de la revista Life para fotografiar a la flamante Primera Dama argentina, que tanto daba que hablar al mundo con su cruzada en defensa de los desposeídos. A pesar de la desconfianza de Perón, Evita aceptó que la Freund la fotografiara en la residencia presidencial antes de partir a una velada de gala. En sus memorias, Freund cuenta que le dijo: “Quisiera ver sus vestidos. Me han hablado tanto de ellos” (y uno no puede evitar imaginar a Victoria Ocampo detrás de esa frase porque páginas antes, al referirse al Río de la Plata, Freund dice que sus aguas eran marrones en La Boca y Avellaneda y plateadas en las Barrancas de San Isidro, donde se alza hasta el día de hoy Villa Ocampo). La cuestión es que Freund logra despertar la complicidad femenina con Evita, quien la lleva a su guardarropa y se deja fotografiar junto a su colección de abrigos de piel, su gabinete con más de cien sombreros y frente a la enorme caja fuerte que hacía de alhajero. Sospechando que tiene en sus manos un material inflamable, Freund vuela a Nueva York al día siguiente de hacer las fotos. Su pálpito era correcto: cuando la revista Life publica las fotos (intercalando escenas de Evita trabajando en la Fundación y recorriendo barrios pobres, con imágenes de su fastuoso vestuario), Freund es declarada persona non grata, no sólo en la Argentina sino también para el Departamento de Estado norteamericano. De hecho, ése es el verdadero motivo de su expulsión de Estados Unidos, aunque la leyenda dice que fue la caza de brujas macartista.

Para entonces, Freund era la única mujer de la agencia fotográfica Magnum, fundada poco antes por Robert Capa y Cartier-Bresson. La leyenda dice que, cuando la echaron de EE.UU. por roja, Capa le pidió la renuncia para salvar a la agencia. Pero el siguiente trabajo que aceptó Freund, en aquellos tiempos de Guerra Fría, fue un encargo de la Fuerza Aérea Canadiense para una campaña de captación de voluntarios (el lema era: “Enrólese y conozca el mundo”), cuyas fotos debían hacerse en una base canadiense en la Alemania ocupada. Era la primera vez que Freund pisaba su país natal en veinticuatro años. Estuvo una semana sacando bobas instantáneas de soldados sonrientes y después se fue a Berlín. Era el año 1957: los trabajos de reconstrucción de la ciudad ya estaban avanzados, pero convivían con las consecuencias todavía visibles de los bombardeos. En las alucinantes imágenes de Freund se ven los escombros de los bombardeos mezclados con los escombros de las obras en construcción, el nuevo neón en las calles iluminando el cruce de ancianos, que parecen salidos de otra época con mujeres jóvenes que empujan modernos cochecitos de bebés.

 La extrañeza que le produce a un berlinés actual esa ciudad fugaz, posterior a la guerra pero pronta a ser drásticamente redefinida por la construcción del Muro, y por el Milagro Económico posterior, y por la caída del Muro después, es la que sentía Freund cuando superponía lo que veía por el visor de su máquina al Berlín que había conocido. De todos los retratos de artistas que hizo Gisèle Freund en su vida, ése me parece de lejos el mejor. Es un autorretrato, uno de los mejores autorretratos que conozco. por Juan Forn