lunes, 29 de mayo de 2017

Manuel Álvarez Bravo (1902-2002)



Manuel Álvarez Bravo por Graciela Iturbide, 1970's



Manuel Álvarez Bravo, Uno de los fundadores de la fotografía moderna, es considerado como el mayor representante de la fotografía latinoamericana del siglo XX. Su obra se extiende de finales de la década de 1920 a la de los noventas.

Nace en el centro de la capital mexicana el 4 de febrero de 1902. Interrumpe sus estudios a los doce años al fallecer su padre y comienza a trabajar para ayudar en la economía familiar, en una fábrica textil y posteríormente en la Tesorería General de la Nación.

Su abuelo, pintor, y su padre, maestro, eran aficionados a la fotografía. El descubrimiento temprano de las posibilidades de la cámara le hará explorar en autodidacta todos los procedimientos fotográficos, así como las técnicas de la gráfica.

En un inicio aborda el pictorialismo, influido por sus estudios de pintura en la Academia de San Carlos. Explora luego las estéticas modernas, con el descubrimiento del cubismo y las posibilidades de la abstracción. En 1930 se inicia en la fotografía documental: Tina Modotti, al ser deportada de México, le deja su trabajo en la revista Mexican Folkways. Así trabaja para los pintores muralistas: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros.

Álvarez Bravo es una figura emblemática del periodo posterior a la Revolución mexicana conocido como renacimiento mexicano. Fue aquel un periodo cuya riqueza se debe a la feliz, aunque no siempre serena, coexistencia de un afán de modernización y de la búsqueda de una identidad con raíces propias en que la arqueología, la historia y la etnología desempeñaron un papel relevante, de modo paralelo a las artes. Álvarez Bravo encarna ambas tendencias en el terreno de las artes plásticas.

De 1943 a 1959 trabaja en el cine realizando fotografías fijas, lo que lo lleva a producir algunos experimentos personales.

En vida, presentó más de 150 exposiciones individuales y participó en más de 200 exposiciones colectivas. Según numerosos críticos, la obra de este “poeta de la lente” expresa la esencia de México, pero la mirada humanista que refleja su obra, las referencias estéticas, literarias y musicales que contiene, lo confieren también una dimensión universal.

Falleció el 19 de octubre de 2002, a los cien años.


« Las Fotos son como la Vida » - Manuel Alvarez Bravo
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Ondas de papel (Vagues de papier)
vers 1928
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Tríptico cemento-2 / La Tolteca
(Triptyque béton-2 / La Tolteca)
1929
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique d’époque.
Collection Familia González Rendón.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Bicicleta al cielo (Bicyclette au ciel)
1931
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Maniquí tapado (Mannequin couvert)
1931
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve au platine-palladium tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



La hija de los danzantes
(La fille des danseurs)

1933
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve au platine-palladium tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Obrero en huelga, asesinado
(Ouvrier en grève, assassiné)
1934
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Los agachados (Les Courbés)
1934
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



La buena fama durmiendo
(La Bonne Renommée endormie)
1938
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



De las maneras de dormir
(Des manières de dormir)
vers 1940
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.


Retrato desagradable (Portrait désagréable)
1945
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Mechón (Mèche)
vers 1945
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique moderne.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



El color (La Couleur)
1966
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve chromogénique d’époque.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Los novios de la falsa luna
(Les Amoureux de la fausse lune)
1967
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve gélatino-argentique tardive.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.



Corriente, Texcoco (Courant, Texcoco)
1974-1975
Manuel Álvarez Bravo
Épreuve chromogénique d’époque.
Collection Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.
© Colette Urbajtel /
Archivo Manuel Álvarez Bravo, s.c.


Parábola óptica, 1931



Caballo de madera, 1928



Como isla, 1963-1964





Campana y tumba






Dos pares de piernas, 1928


Que chiquito es el mundo (How Small the World Is)




Day dreamer
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Entrevista 



Por Ana Bianco

Manuel Alvarez Bravo es reconocido como el fotógrafo de «lo mexicano», entendido esto como una unidad entre el paisaje y la gente, que supo plasmar con destreza y originalidad, hasta llegar a ser considerado entre uno de los maestros de la fotografía latinoamericana del siglo XX. A fines de los años ’20, sus trabajos concitaron la atención del fotógrafo norteamericano Edward Weston y de su discípula italiana, Tina Modotti, residentes en México. En 1930 comenzó su carrera tomando fotos de los murales de Diego Rivera y David Siqueiros, entre otros, y se relacionó con el medio cultural nacional e internacional. En ese trayecto, compartió una exposición con el fotógrafo francés Henri Cartier Bresson y entabló amistad con el escritor Andre Breton, quien vio en sus fotos un surrealismo innato. La década del ’40 marcó su inicio en el mundo del cine: trabajó como fotógrafo para el ruso Sergei Eisenstein en ¡Que Viva México! y participó en rodajes de John Ford y Luis Buñuel. Las exhibiciones de sus obras han recorrido el mundo y no sólo documentan: expresan una mirada humanista, la de un poeta de la lente. En su producción conviven fotos canónicas como Obrero en huelga asesinado –una de las más famosas–, registro de un joven tendido en el suelo, con otras que recorren un México de calles angostas, plazas, barrios, pueblos y tradiciones que dan sabor a una cultura. Parte de ese trabajo puede apreciarse en Manuel Alvarez Bravo. Fotografías, la muestra que desde el viernes y hasta el 25 de mayo se verá en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3515), y que da cuenta de las diferentes etapas entre 1920 y 1947.

A continuación se ofrece parte de la última entrevista realizada a Manuel Alvarez Bravo juntamente con Rosa María Villareal, y publicada el 19 de enero de 1997 en el diario Reforma de México. En su casa de Coyoacán, con 94 años encima, entabló una charla con tirabuzón, mientras los olores del guisado llamaban a la mesa. «Yo nunca supe cuándo realicé mi primera fotografía», memoró Alvarez Bravo, nacido el 4 de febrero de 1902, hijo de un fotógrafo amateur. «Probablemente era entre 1922 o 1923, pero ahora, mientras estas chicas realizan copias, encontré el primer retrato que hice en mi vida. Es el de mi hermana Isabel, un retrato desconocido. Lo hice con una cámara sepia, en placa de cristal de cuatro por cinco. Antes seguramente había hecho otras, pero esta fue la primera que tomé con una cámara así.» El artista hablaba con naturalidad y lucidez de la labor diaria que lo tenía ocupado sin importarle la pesadez de los años: «Hago lo mismo de siempre, trabajo. Nunca he hecho algo especial. Paso de tres a cuatro horas durante las mañanas en el laboratorio, sigo tomando negativos, haciendo copias. Ahí trabajo mucho, en silencio. Yo vivo así, sin preocupaciones…»

¿En qué trabaja actualmente?

Mi último trabajo, creo interesante, es el que he hecho sobre las fiestas de aquí, las del Niño Jesús de Coyoacán. Me está pasando una cosa extraña al enfrentarme con esas cámaras nuevas y maravillosas que producen todo en automático. Tener ese instrumento en las manos hace que también mi trabajo sea bastante automático. El trabajo de los ojos, de la experiencia adquirida, de lo que se ve y gusta ver, no cuentan. El hecho es que uno produce cientos y cientos de fotos, como si la cámara lo impusiera.

¿Trabaja solo en el laboratorio?

Tengo dos jóvenes asistentes. Una de ellas está haciendo copias de todo lo que produje en 1995 y 1996, lo que me es positivo y útil, hacer un álbum de mis fotos. Nunca me hubiera imaginado que tenía cientos de fotos de los últimos tiempos.

¿Tiene una estimación de la cantidad de fotos que conforman su archivo personal?

Es imposible hablar de cantidades. Un periodista norteamericano me preguntó cuál era el tema predominante en mi obra; no hay ni cantidad ni tema. Uno puede tomar fotos de gentes, de caballos, de perros. Así trabajo, sin encargos, sin proyectos definidos. Lo único que hacen los proyectos muy definidos es coartar la libertad de ver y de trabajar.

Pero usted tuvo un proyecto muy definido con el Centro Cultural Arte Contemporáneo.

Efectivamente: de 1980 a 1986 formé la colección de fotografía de ese Centro, donde se exhibe permanentemente. Se hicieron tres tomos que ilustran este trabajo. Para mí era muy importante hacer una panorámica de la historia de la fotografía que contenga los nombres y obras importantes, las técnicas desde su creación hasta la fecha, exceptuando las producidas bajo procedimientos computarizados.

Fue entonces cuando se anunció la creación de un museo que llevaría su nombre. ¿Qué hay de eso?

Yo no tuve mucho interés en esta cuestión, de hacer cosas así de grandes y con mi nombre. No estoy de acuerdo con hacerme pedestales en vida. Después de tantos años de trabajar con el Centro, lo que quería era concentrarme en mi propio trabajo y es la primera vez que lo hago así, sin ningún punto de apoyo, únicamente con la beca del Fonca (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes).

Ha hecho fotografía casi durante toda su vida. ¿Cambió su forma de mirar?

No es que cambie, evoluciona. La forma de mirar siempre es la misma, pero se ha modificado por la experiencia que dan la vida y las artes, de las que siempre estuve muy cerca. Siempre estoy atento a todas las artes, a la música, la pintura, la escultura, la literatura. He leído muchísimo y la música está donde estoy, en mi casa, en el laboratorio.

Algunos escritores cambiaron partes de sus obras porque con los años les producen insatisfacción o vergüenza. ¿Le ha pasado?

No. Las fotografías son como la vida, van teniendo su destino, según la técnica y la propia cultura en la que se generaron.

¿Hizo un testamento de su obra?

No, pero toda mi obra es para mi familia y para Coyoacán.


domingo, 28 de mayo de 2017

Francesc Boix (Barcelona, 14 de agosto 19201 - París, Julio de 1951)



La destrucción y estragos de la guerra. Jaume Garibau, comisario de la 30ª División, y dos soldados caminan entre las ruinas de Vilanova de la Barca (Lleida), en agosto de1938.

Gisèle Freund (19 de diciembre de 1908 - 30 de marzo de 2000)


Un tren está por salir de la estación de Frankfurt hacia París. El año es 1933. No es un guarda sino un oficial de la Gestapo el que revisa los boletos y documentos de los pasajeros. Cuando le llega el turno a la joven Gisèle Freund, el de la Gestapo inquiere de mala manera: “¿Judía?”. Con asombrosa sangre fría, la jovencita contesta: “¿Conoce alguna judía que se llame Gisèle?”. Así fue como zafó de los nazis y llegó a París. Su propósito era terminar allá la carrera de Sociología que en Alemania le habían prohibido continuar, pero una segunda casualidad volvió a redefinir su destino.

Su pasatiempo era sacar fotos con una Leica que le había regalado su padre y, con el último rollo que había traído consigo de Alemania, retrató en sus primeros días en París el rescate del cuerpo de una suicida que se había arrojado al Sena. Un diario vespertino le compró la foto por lo impúdica que era. “Sólo un aficionado pudo ser capaz de lograr una instantánea así”, fue el despectivo comentario del editor que le compró la foto.

La segunda instantánea que vendió era una escena febril de la Bolsa de París. La imagen apareció en la misma semana en dos diarios diferentes, uno belga y otro alemán. En el diario belga con la leyenda: “Las acciones en la Bolsa francesa alcanzan un precio fabuloso”. El alemán, en cambio, decía: “Pánico en la Bolsa de París, consecuencia de la especulación judía”. Si la autobiografía de un fotógrafo está en sus imágenes, la vida de Gisèle Freund está signada por esta clase de equívocos y casualidades. Sus fotos más conocidas son retratos de escritores y artistas pero, vistos hoy, casi todos ellos son asombrosamente poco expresivos si se los compara con los que realizaron en la misma época sus colegas Cartier-Bresson y Brassai.

Se la considera una pionera del rubro porque fue la primera en hacer retratos en color, pero para hacerlo debía utilizar materiales Agfa venidos de Alemania, en una época en que dedicaba sus mayores desvelos a denunciar y combatir el régimen del que había huido. En 1939 viajó a los Vosgos con el encargo de demostrar que los habitantes de la región querían que Francia se alzase contra Alemania e impidiese la invasión. Sus imágenes en cambio mostraban las consecuencias de la Primera Guerra más de veinte años después: los bosques arrasados por los obuses en 1918 seguían sin recuperar su aspecto normal y alzaban sus raquíticas ramas hacia el cielo con muda desesperanza, las infinitas cruces de madera blanca en los cementerios que, con su uniformidad, eran la contracara flagrante de la manera en que se van acomodando de a uno los muertos en los camposantos en tiempos de paz.

 No fueron estas fotos sino sus retratos de escritores los que llamaron la atención de Victoria Ocampo, quien la invitó a la Argentina pocas semanas antes de que los nazis llegaran a París. Su llegada al puerto de Buenos Aires produjo el primer equívoco. Cuando el funcionario de Aduana le preguntó nacionalidad y profesión, ella contestó “artista francesa” (por temor a ser rechazada si decía que era alemana) y el funcionario la registró como prostituta, porque así (“artista francesa”) se definían todas las profesionales del sexo que venían a probar suerte a Argentina.

El propósito inicial de su viaje era registrar a los miembros del grupo Sur, y agotó pronto esa tarea. Así que se fue a recorrer la Patagonia, Tierra del Fuego y el sur chileno, y a la vuelta aceptó un encargo de la revista Life para fotografiar a la flamante Primera Dama argentina, que tanto daba que hablar al mundo con su cruzada en defensa de los desposeídos. A pesar de la desconfianza de Perón, Evita aceptó que la Freund la fotografiara en la residencia presidencial antes de partir a una velada de gala. En sus memorias, Freund cuenta que le dijo: “Quisiera ver sus vestidos. Me han hablado tanto de ellos” (y uno no puede evitar imaginar a Victoria Ocampo detrás de esa frase porque páginas antes, al referirse al Río de la Plata, Freund dice que sus aguas eran marrones en La Boca y Avellaneda y plateadas en las Barrancas de San Isidro, donde se alza hasta el día de hoy Villa Ocampo). La cuestión es que Freund logra despertar la complicidad femenina con Evita, quien la lleva a su guardarropa y se deja fotografiar junto a su colección de abrigos de piel, su gabinete con más de cien sombreros y frente a la enorme caja fuerte que hacía de alhajero. Sospechando que tiene en sus manos un material inflamable, Freund vuela a Nueva York al día siguiente de hacer las fotos. Su pálpito era correcto: cuando la revista Life publica las fotos (intercalando escenas de Evita trabajando en la Fundación y recorriendo barrios pobres, con imágenes de su fastuoso vestuario), Freund es declarada persona non grata, no sólo en la Argentina sino también para el Departamento de Estado norteamericano. De hecho, ése es el verdadero motivo de su expulsión de Estados Unidos, aunque la leyenda dice que fue la caza de brujas macartista.

Para entonces, Freund era la única mujer de la agencia fotográfica Magnum, fundada poco antes por Robert Capa y Cartier-Bresson. La leyenda dice que, cuando la echaron de EE.UU. por roja, Capa le pidió la renuncia para salvar a la agencia. Pero el siguiente trabajo que aceptó Freund, en aquellos tiempos de Guerra Fría, fue un encargo de la Fuerza Aérea Canadiense para una campaña de captación de voluntarios (el lema era: “Enrólese y conozca el mundo”), cuyas fotos debían hacerse en una base canadiense en la Alemania ocupada. Era la primera vez que Freund pisaba su país natal en veinticuatro años. Estuvo una semana sacando bobas instantáneas de soldados sonrientes y después se fue a Berlín. Era el año 1957: los trabajos de reconstrucción de la ciudad ya estaban avanzados, pero convivían con las consecuencias todavía visibles de los bombardeos. En las alucinantes imágenes de Freund se ven los escombros de los bombardeos mezclados con los escombros de las obras en construcción, el nuevo neón en las calles iluminando el cruce de ancianos, que parecen salidos de otra época con mujeres jóvenes que empujan modernos cochecitos de bebés.

 La extrañeza que le produce a un berlinés actual esa ciudad fugaz, posterior a la guerra pero pronta a ser drásticamente redefinida por la construcción del Muro, y por el Milagro Económico posterior, y por la caída del Muro después, es la que sentía Freund cuando superponía lo que veía por el visor de su máquina al Berlín que había conocido. De todos los retratos de artistas que hizo Gisèle Freund en su vida, ése me parece de lejos el mejor. Es un autorretrato, uno de los mejores autorretratos que conozco. por Juan Forn

sábado, 27 de mayo de 2017

Henri Cartier Bresson (1928-2004 )



«For me, the camera is a sketch book, an instrument of intuition and spontaneity

(Foto: Charles Platiau)

Henri Cartier Bresson (22 de agosto de 1908 – 3 de agosto de 2004) fue un célebre fotógrafo francés considerado por muchos el padre del fotorreportaje. Predicó siempre con la idea de atrapar el instante decisivo, versión traducida de sus «imágenes a hurtadillas». Se trataba, pues, de poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento en el que se desarrolla el clímax de una acción.

A lo largo de su carrera, tuvo la oportunidad de retratar a personajes como Pablo Picasso, Henri Matisse, Marie Curie, Édith Piaf, Fidel Castro y Ernesto «Che» Guevara. También cubrió importantes eventos, como la muerte de Gandhi, la Guerra Civil Española, donde filmó el documental sobre el bando republicano Victorie de la vie, la SGM, en la que estuvo en la Unidad de Cine y Fotografía del ejército galo o la entrada triunfal de Mao Zedong a Pekín. Cartier Bresson fue el primer periodista occidental que pudo visitar la Unión Soviética tras la muerte de Stalin.

Su obra fue expuesta, en el museo del Louvre, en París, en 1955. Fue cofundador de la Agencia Magnum. Junto a su esposa, la también fotógrafa Martine Frank, creó en el año 2000 una fundación encargada de reunir sus mejores obras, situada en el barrio parisino de Montparnasse.

En 2003, Heinz Bütler dirigió la película suiza Henri Cartier Bresson Biographie eines Blicks, documental biográfico interpretado por el propio Cartier-Bresson además de Isabelle Huppert, entre otros.

Para algunos, Cartier Bresson es una figura mítica en la fotografía del siglo XX. Uno de sus mejores biógrafos (Pierre Assouline) lo apelaría como «el ojo del siglo».

En el año 1982 recibió el Premio internacional de la fundación Hasselblad.

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Biografía


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Primera cámara Leica de Cartier.








(Retrato de Henri Cartier-Bresson firmado por George Hoyningen-Huene en la foto del cartel de la exposición del Pompidou. La foto fue tomada en Nueva York en 1935 y pertenece al MoMa.)

Nació en Chanteloup-en-Brie, en el departamento de Sena y Marne, cerca de París, el 22 de agosto de 1908.

Después de terminar sus estudios de pintura en 1927-1928 a cargo de André Lhote en Montparnasse y de frecuentar los círculos surrealistas parisinos, decide dedicarse a la fotografía. Es fotógrafo a sus 23 años en Costa de Marfil, cuando recogería sus primeras instantáneas con una Krauss de segunda mano. Publicaría su reportaje el año siguiente (1931). De regreso a Francia, en Marsella, adquirió una cámara Leica, la cual quedaría asociada con su persona. En 1947, él cofunda junto a Robert Capa, Bill Vandivert, David Seymour y George Rodger la Agencia Magnum y a través de sus viajes por el mundo definiría la fotografía humanista: visitaría así pues África, México, y los Estados Unidos. En 1936 realizó un documental sobre los hospitales de la España republicana y se convertiría más tarde en el asistente del cineasta Jean Renoir.

Formado en la Escuela nacional superior de Bellas Artes, abandona finalmente la fotografía en 1970 para dedicarse al dibujo. Un año antes de su muerte 2003, la Biblioteca Nacional de Francia le dedicaría una exposición retrospectiva, con Robert Delpire como comisario. Estos fondos son los que más tarde servirían para la apertura en el barrio parisino de Montparnasse de la fundación HCB, que asegura la buena conservación de su obra.

Falleció el 3 de agosto de 2004 en Montjustin, al suroeste de Francia.


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La Villette by Henri Cartier Bresson. Paris, 1929.


Henri Cartier-Bresson. Reading.









Brie, France (1968)


Jean-Marie Le Clezio with his wife, Paris, 1965



Tokio 1965



Fotografía de Henri Cartier-Bresson titulada La araña del amor, tomada en México en 1934.





Bailleul carnival, Nord-Pas-de-Calais, France, 1976.


Children Playing by the Berlin Wall, 1962


Estudio Giacometti


France, 1929


Henri Matisse et son modèle Micaela Avogadro, Nice, Février 1944



New York, 1947


Marilyn in Reno, 1961



Behind the Gare Saint-Lazare, 1932


Mount Aso, Japan.


Sardinia, 1963


Muchedumbre esperando delante de un banco para comprar oro durante los últimos días del Kuomintang, (Shangai, diciembre de 1948). Mientras bajaba el valor del dinero, el Kuomintang decidió distribuir 40 gramos de oro por persona. En diciembre del 49, miles de personas salieron a la calle a esperar durante horas su porción de riqueza. La policía, equipada con los restos de las armadas del Asentamiento Internacional, hizo un gesto claro para mantener el poder: diez personas fueron aplastadas hasta la muerte.


Carrera ciclista «Los seis días de París», Vélodrome d'Hiver (1957, París)


Alberto Giacometti, rue d’Alésia (París, 1961). Retrato del pintor y escultor suizo.


Portada de la revista Life firmada por Cartier-Bresson en 1955.


Martine Franck (París, 1967). La fotógrafa Martine Franck, que también trabajó para la agencia Magnum, fue la última esposa de Cartier-Bresson, con quien se casó en 1970.


Tokyo, 1965


Paul Éluard at his appartment, Boulevard de la Chapelle, Paris, 1944 /Magnum Photos

jueves, 14 de agosto de 2014

Canciones sobre fotografía

La idea es compliar las canciones relacionadas con la foto.

Traces of Love / Dennis Yost & Classic IV



Faded photographs,
Covered now with lines and creases,
Tickets torn in half,
Memories and bits and pieces,

Traces of love
Long ago
That didn`t turn out right
Traces of love...

Ribbons from her hair,
Souvenirs of days together,
The rings she used to wear,
Pages from an old love letter,

Traces of love
Long ago
That didn`t turn out right
Traces of love
With me tonight.

I close my eyes
And say a prayer
That in her heart she`ll find
A trace of love still there,

Somewhere....

 (Instrumental)

Traces of hope
In the night
That she`ll come back and dry
These traces of tears
...From my heart.

Photograph / Ringo Starr

 


Ev'ry time i see your face,
It reminds me of the places we used to go.
But all i got is a photograph
And i realise you're not coming back anymore.

I thought i'd make it the day you went away,
But i can't make it
Till you come home again to stay-yi-yay-yi-yay.

I can't get used to living here,
While my heart is broke, my tears i cried for you.
I want you here to have and hold,
As the years go by and we grow old and grey.

Now you're expecting me to live without you,
But that's not something that i'm looking forward to.

I can't get used to living here,
While my heart is broke, my tears i cried for you.
I want you here to have and hold,
As the years go by and we grow old and grey.

Ev'ry time i see your face,
It reminds me of the places we used to go.
But all i got is a photograph
And i realise you're not coming back anymore.

Ev'ry time i see your face,
It reminds me of the places we used to go.
But all i got is a photograph
And i realise you're not coming back anymore.

Ev'ry time i see your face,
It reminds me of the places we used to go.
But all i got is a photograph
And i realise you're not.

Kodachrome  / Paul Simon



When I think back
On all the crap I learned in high school
It's a wonder
I can think at all
And though my lack of education
Hasn't hurt me none
I can read the writing on the wall

Kodachrome
They give us those nice bright colors
They give us the greens of summers
Makes you think all the world's
a sunny day

I got a Nikon camera
I love to take a photograph
So mama don't take my Kodachrome away

If you took all the girls I knew
When I was single
And brought them all together
for one night

I know they'd never match my sweet imagination

Everything looks worse
in black and white




Crosby, Stills, Nash & Young’s Teach Your Children was inspired by Arnold Newman’s portrait of Alfred Krupp and Diane Arbus’s Child with Toy Hand Grenade. Graham Nash writes that seeing the two photographs exhibited side by side «spoke to me about the process of teaching and learning from our children. If we didn’t teach our children a better way of dealing with fellow human beings, then humanity might be doomed. The song was already being formed in my mind. I had bits and pieces, and this experience of the placement of these two images next to each other solidified my ideas, and the song was brought to life.»


Teach Your Children

You, who are on the road, must have a code, that you can live by.
And so, become yourself, because the past, is just a good bye.
Teach, your children well, their father's hell, did slowly go by,
And feed, them on your dreams, the one they picked, the one you're known by.
Don't you ever ask them why, if they told you you would cry,
So just look at them and sigh, and know they love you.

And you, of the tender years, can't know the fears, that your elders grew by.
And so please help, them with your years, they seek the truth before they can die.
Teach, your parents well, their children's hell, will slowly go by.
And feed, them on your dreams, the one they picked, the one you're known by.
Don't you ever ask them why, if they told you you would cry,
So just look at them and sigh, and know they love you.




KT Tunstall’s Suddenly I See was a response to Robert Mapplethorpe’s most famous portrait of Patti Smith. Sean Kelly, who represents Mapplethorpe’s work in New York, writes that the photograph, which appeared on the cover of Smith’s first album, Horses, «almost singlehandedly reinvented the image of the art-rock musician as icon of cool for a new generation of listeners and viewers.»

Suddenly I See

Her face is a map of the world
Is a map of the world
You can see she's a beautiful girl
She's a beautiful girl
And everything around her is a silver pool of light
The people who surround her feel the benefit of it
It makes you calm
She holds you captivated in her palm

[x2] Suddenly I see (Suddenly I see)
This is what I wanna be
Suddenly I see (Suddenly I see)
Why the hell it means so much to me

I feel like walking the world
Like walking the world
You can hear she's a beautiful girl
She's a beautiful girl

She fills up every corner like she's born in black and white
Makes you feel warmer when you're trying to remember
What you heard
She likes to leave you hanging on her word

[x2] Suddenly I see (Suddenly I see)
This is what I wanna be
Suddenly I see (Suddenly I see)
Why the hell it means so much to me

And she's taller than most
And she's looking at me
I can see her eyes looking from a page in a magazine
Oh she makes me feel like I could be a tower
A big strong tower
[x4] She got the power to be
The power to give
The power to see

[x2] Suddenly I see (Suddenly I see)
This is what I wanna be
Suddenly I see (Suddenly I see)
Why the hell it means so much to me




Philip Glass’s chamber opera The Photographer was inspired by the life and photographs of Muybridge. Stephen Barber, the author of the monograph Muybridge: The Eye in Motion, writes, «Muybridge’s work is focused on repetition and systems, and is obsessed with the nature of time and the human body, so it’s no surprise that Philip Glass responded directly to his work.» Glass was also fascinated by Muybridge’s personal history: in 1874, the photographer shot and killed his wife’s lover, in California, but a jury refused to convict him. Muybridge continued his work for two more decades.



Hannah Starkey and Cindy Sherman’s photographs inspired Jimmy Eat World’s album Invented. Jim Adkins, the lead singer and guitarist, came up with the track Evidence after seeing Untitled Film Still No. 36. Adkins writes, «The story I found in the photograph goes like this: a couple moves in together too quickly. Got a deal on a rent-controlled studio apartment in the pink-cloud phase of dating. Eh, why not? Their differences played out pretty quickly.… In an argument about who should leave, she decides to divide the bed and some of the room with an extra bed sheet.»




Abel Meeropol wrote Billie Holiday’s Strange Fruit after seeing Beitler’s iconic photograph of the lynching of Thomas Shipp and Abram Smith. Meeropol first wrote a poem called Bitter Fruit, which he then set to music. Holiday’s first performance of the song was at Café Society, one of the first integrated night clubs in New York, in 1939. Sixty years later, Time called Strange Fruit «the song of the century.»



Aaron Copland wrote his opera The Tender Land after seeing Walker Evans’s work in Let Us Now Praise Famous Men. Jeff Rosenheim, the curator in charge of the Metropolitan Museum’s photograph department, says that the book asks the reader «to look straight at the wretchedness of life. The results are shocking, and the readers feel complicit in the misery, as well as in the author’s intellectual and physical trespass.»




James Taylor’s The Frozen Man was inspired by the anthropologist Owen Beattie’s photograph of the frozen corpse of the nineteenth-century explorer John Torrington. John Geiger, Beattie’s co-author on «Frozen in Time: The Fate of the Franklin Expedition, writes, «It is a rare thing to be able to look into the eyes of someone who has been dead for more than a century, and to have him look right back at you.» Taylor’s song, Geiger continues, is «a beautiful, haunting ode to something dead that is alive again in our world.»



Moby wrote Gone to Sleep after seeing Phil Toledano’s photograph The Woods. «This image was made during a period when I was obsessed with using cotton wool for clouds and explosions,» Toledano writes. «It’s all done in camera, with bits of string, clumps of cotton wool, and a model who was slightly peeved at having his face obscured.» Toledano says that he likes the song, but would have preferred to actively collaborate on it. «What can I say? I’m an overachiever.»




Robert Honstein’s «Arctic» was inspired by Chris McCaw’s photograph Sunburned GSP #492 (North Slope Alaska/24 hours). «His piece captures that enduring sense of time I have in the Arctic Circle, and the unending rotation of the planet that most people don’t stop to contemplate,» McCaw writes. «It was a real treat to have Robert reflect on the idea of an unending day, and for his interpretation through sound and timing to take me back to that place.» The excerpt here is from a private recording by the Mivos Quartet.

viernes, 1 de agosto de 2014

Entrevista Alberto García-Alix (1956)


Alberto García-Alix (León, 1956), molde de todas las bohemias que en España ha habido durante los últimos 40 años, expone en Madrid, en Photoespaña, una colección de sus autorretratos: Alberto en moto, Alberto en la cama, Alberto apalizado, Alberto con una jeringuilla, Alberto enamorado... La cita es en el Círculo de Bellas Artes, de modo que, ¿por dónde empezar la conversación? Por el recuerdo de su vecino Gómez de la Serna, por ejemplo. Una entrevista de Luis Alemany para El Mundo 1 de agosto 2014:

¿Le sigue interesando ese mundo de ultraístas y 'ramones'?

Ya menos. Me interesó cuando lo encontré, a través de Quico Rivas, en los 90.

¿Ha visto el libro de Rivas sobre Pedro Luis de Gálvez que apareció este año?

Sí, y ha quedado estupendo. Yo estuve en la investigación con Quico, estuve cuando vimos el acta de fusilamiento de Gálvez.

La duda es si Quico Rivas no se reconocía en Pedro Luis de Gálvez.

[Ríe] Quico era un tipo genial.Pero sí que era un poco pirata, la verdad.

Aparece esta exposición con sus autorretratos y todos tendemos a pensar: «Claro, si todo lo que ha hecho Alberto García-Alix han sido autorretratos. Cuando fotografiaba a sus amigos o su modo de vida...».

No. Cuando retrato a otras personas pongo mucho de mí... pero para buscar al otro, no para buscarme a mí mismo. Otra cosa es que lo autorreferencial aparezca casi siempre. Desde el principio había cosas en mis fotografías que remitían a mí y eso abrió una puerta al autorretrato.

¿Se acuerda de todo? ¿De cada foto?

De todo no. De las fotos sí. Las veo como un gran lienzo de melancolía. No me acuerdo del momento exacto en que las hice pero sí que recuerdo la atmósfera. Quién era, con quién iba, lo que pensaba... La vida vuelve. Bueno, no vuelve, eso es una tontería, la vida va o no va.

¿Recuerda de la primera vez que vio aparecer su cara en la cubeta de revelado?Me lo imagino como una gran escena dramática...

Sí que me acuerdo. Y tampoco fue para tanto.Yo me hacía fotos para aprender. Ponía el trípode, la velocidad a 1/15 y me hacía fotos. Ahí lo que había era coquetería, juventud, falta de conciencia de lo que era la fotografía...Luego, al cabo de seis o siete años, cuando ya tenía un poco más de sentido de lo que hacía, me di cuenta de que yo era un personaje que pululaba por mis contactos. Intentaba mirarme como si no conociera y me así arrogaba un presente.

¿Qué tal estaban esas primeras fotos? ¿Le gustan? ¿No le ponen de mal humor por la pedantería juvenil, como suele ocurrir?

Me gustan mucho. Lo que me pone de mal humor es no haber hecho más.Tiraba un carrete al día y ya me creía fotógrafo. Tenía las cosas delante de mis ojos y no las fotografié. O no lo suficiente. Eso me da verdadera mala conciencia. También es verdad que era pobre y no me daba...

¿Y el narcisismo?

No, ése no ha sido el motor. Soy una persona tímida.

También ha sido un tipo apuesto.

Bueno, eso que lo digan ellas.

Hay una fotografía en la exposición que se llama Autorretrato con la mujer a la que amo. Y después está el vídeo, donde usted declama la historia de una estatua que le reprocha «haber profanado el amor». Si le digo que usted lo que es es un fotógrafo romántico...

Sí, por completo, soy un romántico. Necesito el romanticismo, su épica, para todo lo que hago. Mi mirada es ingenuidad y hedonismo. Ese título, Autorretrato con la mujer a la que amo, era eso, hacer patente cuál era la mujer a la que quería. Y eso es romanticismo.

Y cuando se habla de lo poético en sus fotografías... ¿Se reconoce en eso de «poético» o le parece palabrería?

La poesía... Yo necesito, lo primero, predisposición para mirar por el objetivo. Muchas veces es duro encontrar esas ganas. Y después, la inspiración para dialogar y encontrar respuestas. Reconozco que hay un aliento poético en todo eso, en ese creencia que la forma de ser está en la forma de ver.

¿Sigue escribiendo?

Empecé escribiendo títulos para las fotógrafías pensando en que aportaran eso, algo poético a las fotografías. Fue a más, a más, y sí, ha llegado un punto en el que necesito un discurso narrativo para engarzar las fotografías. Ahora mismo tengo un texto en marcha para una exposición en París que se va a llamar Un horizonte falso.

¿Disfruta al escribir?

No

¿Y al fotografiar?

Tampoco. Bueno, un poco más. Ha habido algún momento bueno... Y, en cualquier caso, tengo más seguridad.

¿No ha sido divertido ser fotógrafo?

¡Divertido ha sido vivir! ¡Ser fotógrafo ha sido un coñazo! Presión, presión, presión... Cojo la cámara y pienso: «¿Qué foto distinta puedo hacer? Si ya las has hecho todas». Tengo que poner a pulso todos los nervios para encontrar una respuesta.

¿Tiene momentos en los que se lleva mal con su trabajo? ¿Con su obra?

Tengo momentos de dudas, supongo que como todos.Y supongo que lo malo sería lo contrario. Pero más o menos sé lo que vale mi trabajo, ni tanto ni tan poco. Conozco mis debilidades y mis tics porque lucho contra ellos todos los días. Llevo 40 años trabajando y eso ya es una obra, un gran poliedro que contará cómo hemos sido, cómo hemos vivido.

¿Y qué tal se relaciona con el mundo de los que no tenemos tatujaes ni motos sino hijos y coches, los que ahora tenemos vacaciones en agosto?

Bien. O mal, pero igual que con el de los tatuajes. Eso de creer que el disfraz hace al monje... Eso es muy juvenil, yo ya hace mucho que sé que si la gente es valiosa o no depende de que tenga moto o tatuajes.

Lo decía porque anoche vi un El Europeo del año noventa y pocos y había un reportaje suyo: usted iba aquí al lado, a la calle Ballesta y se metía con la prostituta de una esquina a un cuartucho...

Claro, me acuerdo, las fotografíias las hacía Luis Baylón. Yo, en realidad, lo veía aquello como una manera de pedir 25.000 pesetas de la redacción y salir a conocer mundo. Fue una experiencia interesante . Al fin y al cabo aquello era un hombre y una mujer, comunicación, pudor....

A lo que me refería es a que, ahora, en la calle Ballesta hay bares monos y tiendas pijas. La hemos invadido la gente formal.

Bueno, Ballesta está mejor ahora, no nos vamos a engañar. Era una calle un poco triste. Aunque no quiero parecer moralista, con la prostitución... Sería hipócrita. ¿Sabe usted que España es el país con más prohibiciones de Europa?

No lo sabía...Pues otra cosa no, pero diría que aquí la gente es menos pesada y acosadora que en otros países...

La gente es simpática, será por la cosa latina. Pero ya no engañamos a nadie, yo paso mucho tiempo fuera y me duele ver a España. Me duele porque me siento muy español y todo lo que se ve desde fuera es farsa y estafa... ¡Qué bajada de pantalones!

Alberto, ¿sabe que tiene usted pinta de ir a llegar a viejo?

¡Dios te oiga, chaval! Yo lo que quiero es vivir, vivir cuanto más tiempo mejor. Qué le voy a hacer, es un don que tengo, ser vitalista.