viernes, 9 de junio de 2017
Libro «Madrid»
Cubierta del libro Madrid, sobre la Guerra Civil, en el que se incluyen fotos de Robert Capa sobre la población civil
Lola Álvarez Bravo ( 1903-1993)
(Foto: Gustavo Silva. 1920)
Dolores Concepción Martínez Anda, más conocida como Lola Álvarez Bravo (Lagos de Moreno, Jalisco, 1 de abril de1903 - 1993) fue una fotógrafa mexicana. Fue una figura clave, junto con Tina Modotti, Frida Kahlo, Diego Rivera y su esposo Manuel Álvarez Bravo en el renacimiento artístico post-revolucionario en México.
Nació de padres ricos en el estado de Jalisco. Con su padre y su hermano se trasladó a Ciudad de México siendo una niña. En su adolescencia muere su padre y queda a cargo de su hermanastro, allí conoció a Manuel Álvarez Bravo, un vecino, con el que se casó en 1925. Se trasladan a Oaxaca donde Manuel era contador del gobierno federal, ambos hicieron fotografías juntos en Oaxaca instalando su primer cuarto obscuro en la cocina de su vivienda, con él aprendió el proceso de hacer fotografía.
Fue precisamente Manuel quien inculco en ella el amor por la fotografía, pero no fue fácil tomar ese camino, ya que como ella dice: «Yo le decía: déjame, y él: no, tú muévete; pero siquiera déjame revelar lo mío, le insistía yo, y él: no, tú muévete, muévete.»
Ya de regreso en la Ciudad de México en 1927 con su único hijo, experimentan con una Galería de Arte que acondicionan en su casa, tres años después instalan el Taller de Fotografía «Álvarez Bravo» en la calle de Ayuntamiento No. 96. Mas tarde con otros amigos forman un cineclub.
El matrimonio se separó en 1934, pero ella conservó su apellido de casada.
Inspirada por fotógrafos como Edward Weston, Tina Modotti, Henri Cartier Bresson y otros. Lola emprendió una carrera independiente que duró aprox. 50 años, fotografió una amplia variedad de temas, tomando imágenes documentales de la vida cotidiana en pueblos de México y las calles de las ciudades, retratos de grandes líderes, de escultura prehispánica y arquitectura, entre muchos otros.
También experimentó con fotomontaje desde 1935 y otras técnicas: fotomural y fotograma. Hizo también series de fotografías, quizá la más difundida es la que hace a Frida Kahlo en la Casa Azul en Coyoacan, en 1946. Con ella incursiona en su primer y único intento cinematográfico que no llegó a concluir. Lola como parte de sus actividades en el Instituto Nacional de Bellas Artes hace registro de obra de los pintores más destacados de la época, documenta eventos culturales de teatro, danza, música y otros, monta exposiciones a lo largo del país, llega a escribir un argumento para ballet La doncella Ixquic y el artículo Ideales identificados, por la plástica y hace una amplia gama de trabajos de manera independiente. Expone por primera vez en el Palacio de Bellas Artes y posteriormente a nivel internacional con mucho éxito. Una de sus últimas empresas fue instalar un Taller de Fotografía y la Galería de Arte Contemporáneo en la calle de Amberes en lo que hoy es la Zona Rosa en la Ciudad de México. En esta galería Lola organiza la primera y única exposición en vida, de la obra de Frida Kahlo.
También enseñó fotografía en la prestigiosa Academia de San Carlos en Ciudad de México. Algunos de sus discípulos son Mariana Yampolsky y Raúl Abarca.
Frida
Tríptico del martirio
Autorretrato
El ensueño
Frida
Mariana, s/f.
__________
Lola Álvarez Bravo (1903–1993) fue una de las fotógrafas mexicanas más prolíficas. Su carrera se extendió a lo largo de cincuenta años y en ella combinó la práctica comercial y la enseñanza junto con la exploración de sus intereses artísticos. Lola fue extraordinaria como mujer y como artista. Durante toda su vida mantuvo amistad con un nutrido grupo de intelectuales y formó parte de un dinámico círculo de artistas. Produjo un sinnúmero de obras por encargo para diversos organismos privados y de gobierno, además de tomar fotografías para satisfacer sus inquietudes estéticas.
Este libro, que a su vez conforma el catálogo de la exposición presentada en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo de la Ciudad de México, el Museum of Latin American Art de Long Beach, California y el Center for Creative Photography de Tucson, Arizona, incluye un centenar de fotografías que pertenecen al archivo González Rendón. Se trata de una selección que no sólo muestra la increíble variedad del material contenido en el archivo, sino también proporciona nuevas perspectivas para conocer los métodos de trabajo utilizados por la artista. Las fotografías permiten un mayor acercamiento a la complejidad de su obra y revelan su interés por el surrealismo y el uso vanguardista del fotomontaje, así como su dominio en una variedad de géneros que van desde retratos de intelectuales famosos y amigos cercanos, hasta imágenes documentales de la pobreza urbana y rural de México.
Las imágenes se acompañan de ensayos escritos por las curadoras de la exposición Adriana Zavala y Rachael Arauz, el historiador de arte latinoamericano James Oles y los especialistas en fotografía Dina Comisarenco, Karen Cordero, Deborah Dorotinsky, Ana Garduño, Carolina González, Cecilia Olivares, Cristóbal Andrés Jácome, Johanna Spanke y Javier Vázquez.
Lola Álvarez Bravo y la fotografía de una época
Lola Álvarez Bravo
James Oles, Adriana Zavala, Rachel Arauz, Deborah Dorotinsky, Ana Garduño, Karen Cordero, Cecilia Olivares, Cristobal Andrés Jácome, Javier Vazquez et al.
Pasta rústica
128 páginas
100 fotografías
21 x 30 cm.
Diseño: Galera (José Luis Lugo)
Edición español
ISBN RM: 978-607-7515-87-6
ISBN RMV: 978-84-15118-38-1
Edición inglés
ISBN RM: 978-607-7515-88-3
ISBN RMV: 978-84-15118-37-4
Etiquetas:
Dave Bowman,
Diego Rivera,
Edward Weston,
Fotógrafo,
Frida Kahlo,
Henri Cartier Bresson,
Libro,
Lola Álvarez Bravo,
Manuel Álvarez Bravo,
Mariana Yampolsky,
Raúl Abarca,
Tina Modotti
Nadar: «Doré»
jueves, 8 de junio de 2017
Emmet Gowin: «Nancy»
Fotografía / España: La Fundación Mapfre acoge la primera exposición de Emmet Gowin
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Edith'. Newton (Pensilvania), 1994. (Foto: Emmet Gowin)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Lo indescifrable, casi lo inexplicable, el inacabable misterio de la vida privada y los círculos concéntricos que desembocan entre las salas y las habitaciones del territorio de la intimidad conforman el fascinante universo en blanco y negro de Emmet Gowin (Danville, Virginia, 1941). Un universo cuya carga poética lo convirtió en uno de los fotógrafos más importantes de la segunda década del siglo XX. Ese universo se despliega ahora en las salas de la Fundación Mapfre de Madrid, en lo que supone la primera exposición española de todo un clásico en vida de la fotografía. Una nota de Ángeles García para El País:
El autor estadounidense conoció a su esposa, Edith Morris, durante el otoño de 1960. Gowin estaba ya interesado por la fotografía. Le fascinaban la naturaleza y los ciclos de la vida. Pero después de conocer a Edith su cámara ya no pareció encontrar ningún objetivo mejor. Casados en 1964, durante más de dos décadas, Edith y su mundo son los protagonistas absolutos de la obra de Gowin. De frente, de espalda, en camisón, con traje de fiesta, desnuda, embarazada, sola, con la familia...
Alto, atractivo, con una pequeña cámara Sony colgada al cuello y dueño de una voz que recuerda a los grandes actores del Hollywood dorado, Emmet Gowin explicaba ayer en las salas de la exposición cómo un día decidió elegir a su mujer y a su familia como tema central de sus composiciones, porque todo lo que le interesaba estaba ahí, delante suyo. «La mayor parte de estas fotografías», contó, «las hice durante los años que duró la guerra de Vietnam; algún crítico me dijo entonces que mi trabajo tenía algo de incestuoso. Pero yo buscaba algo que ofrecer a la gente y no había nada mejor que las imágenes de mi familia. Descubrir lo mucho que amaba a mi mujer fue una reafirmación de lo que era importante en mi vida, de lo que de verdad era precioso para mí. Pensar en sus familias era también un motivo por el que los soldados anhelarían volver del frente».
Pero si la exposición, incluida en el programa general de PHotoEspaña, arranca y cierra con hermosisímas series dedicadas a su mujer, en medio hay muchos más temas. Comisariada por Carlos Gollonet, responsable de fotografía de la Fundación Mapfre, la muestra acoge 180 trabajos realizados en blanco y negro, salvo la serie dedicada a paisajes de Andalucía, realizada expresamente para esta su primera cita española.
La naturaleza y los paisajes que ya le habían empezado a interesar en su adolescencia se despliegan en sucesivas etapas de su vida durante varios viajes realizados a Europa, Asia y el interior de Estados Unidos. De Europa Gowin ensalza la belleza de las laberínticas y empinadas calles de Matera (Italia). En Asia escoge Petra (Jordania) y sus casas esculpidas en las rocas.
Pero es en su propio país, Estados Unidos, donde realiza algunas de las series más aplaudidas por los ecologistas, aunque él no está cómodo con ninguna etiqueta. «No tengo más intención que la de descubrir la realidad, no doy mensajes», comenta. La reserva nuclear de Hanford en el Estado de Washington y las tierras muertas que rodean al río Columbia constituyen todo un catálogo de las diferentes formas que tiene el hombre de destruir el territorio. Las imágenes que obtiene de los circuitos de irrigación en Kansas o los paisajes lunares de Nevada recuerdan a las pinturas de los expresionistas abstractos, aunque Gowin recuerda que el artificio es ajeno a lo que su cámara retrata. «Yo no manipulo, pero estoy muy a favor de aplicar las nuevas tecnologías. Gracias a un sofisticado tipo de escaner, el Smithsonian ha recuperado imágenes de soldados americanos de la guerra civil que habían desaparecido del todo. Milagroso... y maravilloso».
Los paisajes aéreos realizados sobre Andalucía, también tienen para Gowin un punto de milagro. «Me dijeron que tenía dos días para hacer las fotos. Pensé que era imposible, una experiencia inabarcable. Pero salieron en dos minutos. Como dice la Biblia, Dios da ojos al que quiere ver». El final de la exposición es una inmersión en las selvas Latinoamericanas. Con su esposa como acompañante y modelo, Gowin retrata centenares de mariposas. Es la serie Mariposas nocturnas. Edith en Panamá. La sombra de ella sobrevuela a los insectos en un aparente juego de tintas conseguido a base de contraluz. El resultado le emociona y confiesa que es feliz.
¿Y por qué no se autorretrata ni siquiera como parte de su familia? «Porque en mi obra estoy yo. En mis fotos me verán a mí».
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Edith'. Newton (Pensilvania), 1994. (Foto: Emmet Gowin)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Lo indescifrable, casi lo inexplicable, el inacabable misterio de la vida privada y los círculos concéntricos que desembocan entre las salas y las habitaciones del territorio de la intimidad conforman el fascinante universo en blanco y negro de Emmet Gowin (Danville, Virginia, 1941). Un universo cuya carga poética lo convirtió en uno de los fotógrafos más importantes de la segunda década del siglo XX. Ese universo se despliega ahora en las salas de la Fundación Mapfre de Madrid, en lo que supone la primera exposición española de todo un clásico en vida de la fotografía. Una nota de Ángeles García para El País:
El autor estadounidense conoció a su esposa, Edith Morris, durante el otoño de 1960. Gowin estaba ya interesado por la fotografía. Le fascinaban la naturaleza y los ciclos de la vida. Pero después de conocer a Edith su cámara ya no pareció encontrar ningún objetivo mejor. Casados en 1964, durante más de dos décadas, Edith y su mundo son los protagonistas absolutos de la obra de Gowin. De frente, de espalda, en camisón, con traje de fiesta, desnuda, embarazada, sola, con la familia...
Alto, atractivo, con una pequeña cámara Sony colgada al cuello y dueño de una voz que recuerda a los grandes actores del Hollywood dorado, Emmet Gowin explicaba ayer en las salas de la exposición cómo un día decidió elegir a su mujer y a su familia como tema central de sus composiciones, porque todo lo que le interesaba estaba ahí, delante suyo. «La mayor parte de estas fotografías», contó, «las hice durante los años que duró la guerra de Vietnam; algún crítico me dijo entonces que mi trabajo tenía algo de incestuoso. Pero yo buscaba algo que ofrecer a la gente y no había nada mejor que las imágenes de mi familia. Descubrir lo mucho que amaba a mi mujer fue una reafirmación de lo que era importante en mi vida, de lo que de verdad era precioso para mí. Pensar en sus familias era también un motivo por el que los soldados anhelarían volver del frente».
Pero si la exposición, incluida en el programa general de PHotoEspaña, arranca y cierra con hermosisímas series dedicadas a su mujer, en medio hay muchos más temas. Comisariada por Carlos Gollonet, responsable de fotografía de la Fundación Mapfre, la muestra acoge 180 trabajos realizados en blanco y negro, salvo la serie dedicada a paisajes de Andalucía, realizada expresamente para esta su primera cita española.
La naturaleza y los paisajes que ya le habían empezado a interesar en su adolescencia se despliegan en sucesivas etapas de su vida durante varios viajes realizados a Europa, Asia y el interior de Estados Unidos. De Europa Gowin ensalza la belleza de las laberínticas y empinadas calles de Matera (Italia). En Asia escoge Petra (Jordania) y sus casas esculpidas en las rocas.
Pero es en su propio país, Estados Unidos, donde realiza algunas de las series más aplaudidas por los ecologistas, aunque él no está cómodo con ninguna etiqueta. «No tengo más intención que la de descubrir la realidad, no doy mensajes», comenta. La reserva nuclear de Hanford en el Estado de Washington y las tierras muertas que rodean al río Columbia constituyen todo un catálogo de las diferentes formas que tiene el hombre de destruir el territorio. Las imágenes que obtiene de los circuitos de irrigación en Kansas o los paisajes lunares de Nevada recuerdan a las pinturas de los expresionistas abstractos, aunque Gowin recuerda que el artificio es ajeno a lo que su cámara retrata. «Yo no manipulo, pero estoy muy a favor de aplicar las nuevas tecnologías. Gracias a un sofisticado tipo de escaner, el Smithsonian ha recuperado imágenes de soldados americanos de la guerra civil que habían desaparecido del todo. Milagroso... y maravilloso».
Los paisajes aéreos realizados sobre Andalucía, también tienen para Gowin un punto de milagro. «Me dijeron que tenía dos días para hacer las fotos. Pensé que era imposible, una experiencia inabarcable. Pero salieron en dos minutos. Como dice la Biblia, Dios da ojos al que quiere ver». El final de la exposición es una inmersión en las selvas Latinoamericanas. Con su esposa como acompañante y modelo, Gowin retrata centenares de mariposas. Es la serie Mariposas nocturnas. Edith en Panamá. La sombra de ella sobrevuela a los insectos en un aparente juego de tintas conseguido a base de contraluz. El resultado le emociona y confiesa que es feliz.
¿Y por qué no se autorretrata ni siquiera como parte de su familia? «Porque en mi obra estoy yo. En mis fotos me verán a mí».
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Lucien Clergue: «Footprints of the Gods, Fertility»
miércoles, 7 de junio de 2017
David Seymour «Chim» (1911-1956)
Chim es el sobrenombre de Dawid Szymin, también conocido como David Seymour. Fue un fotógrafo nacido en Varsovia el 20 de Noviembre de 1911. Creció en el ambiente intelectual de una familia de editores.
Estudió artes gráficas en Leipzig y en 1933 comenzó a dedicarse a la fotografía para ganarse la vida. Este fue su modo de subsistencia al mudarse a París para seguir sus estudios en la Sorbona.
Chim fue reconocido en poco tiempo por su intensa plasmación de la política del Frente Nacional. Pronto pasó a ser uno de los colaboradores habituales de la revista comunista francesa Regards. Para ella trabajó y publicó numerosas fotografías tanto en portada como en páginas interiores.
Al igual que Robert Capa y Gerda Taro cubrió la Guerra Civil española desde su comienzo en 1936 hasta su final en 1939. La diferencia con la pareja de fotógrafos es que, al revés que ellos, no tenía interés en trabajar y retratar lo que ocurría en el frente de batalla. Chim prefería centrarse en las personas que no participaban en la lucha.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, viajó a Nueva York. Durante la guerra trabajó de fotointérprete en Europa para la aviación estadounidense.
En 1947 fue uno de los fundadores de una cooperativa internacional de fotoperiodistas, junto a sus amigos Robert Capa, Henri-Cartier-Bresson, George Rodger y William Vandivert.
Su serie de fotos de posguerra sobre los niños europeos, física y espiritualmente lisiados, fue publicada en libro por la UNESCO y formó parte de la exposición póstuma Los niños de Chim. Ante estos retratos de las pequeñas víctimas de la guerra, llenos de empatía y compasión, un amigo del fotógrafo señaló que para Chim las guerras eran un crimen enorme contra la infancia.
Chim era un verdadero hombre de mundo, que dominaba varios idiomas y sentía una profunda afinidad con varios países y pueblos. Entre sus abundantes ensayos fotográficos se cuentan retratos excepcionales de Bernard Berenson y Arturo Toscanini.
En 1956, cuatro días antes del armisticio de Suez, le mató una ametralladora egipcia.
Estudió artes gráficas en Leipzig y en 1933 comenzó a dedicarse a la fotografía para ganarse la vida. Este fue su modo de subsistencia al mudarse a París para seguir sus estudios en la Sorbona.
Chim fue reconocido en poco tiempo por su intensa plasmación de la política del Frente Nacional. Pronto pasó a ser uno de los colaboradores habituales de la revista comunista francesa Regards. Para ella trabajó y publicó numerosas fotografías tanto en portada como en páginas interiores.
Al igual que Robert Capa y Gerda Taro cubrió la Guerra Civil española desde su comienzo en 1936 hasta su final en 1939. La diferencia con la pareja de fotógrafos es que, al revés que ellos, no tenía interés en trabajar y retratar lo que ocurría en el frente de batalla. Chim prefería centrarse en las personas que no participaban en la lucha.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, viajó a Nueva York. Durante la guerra trabajó de fotointérprete en Europa para la aviación estadounidense.
En 1947 fue uno de los fundadores de una cooperativa internacional de fotoperiodistas, junto a sus amigos Robert Capa, Henri-Cartier-Bresson, George Rodger y William Vandivert.
Su serie de fotos de posguerra sobre los niños europeos, física y espiritualmente lisiados, fue publicada en libro por la UNESCO y formó parte de la exposición póstuma Los niños de Chim. Ante estos retratos de las pequeñas víctimas de la guerra, llenos de empatía y compasión, un amigo del fotógrafo señaló que para Chim las guerras eran un crimen enorme contra la infancia.
Chim era un verdadero hombre de mundo, que dominaba varios idiomas y sentía una profunda afinidad con varios países y pueblos. Entre sus abundantes ensayos fotográficos se cuentan retratos excepcionales de Bernard Berenson y Arturo Toscanini.
En 1956, cuatro días antes del armisticio de Suez, le mató una ametralladora egipcia.
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David Seymour's Actress Sophia Loren in Italy, 1955 (1955)
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