Stanley Kubrick (Nueva York, Estados Unidos, 26 de julio de 1928 – Harpenden, Hertfordshire, Reino Unido, 7 de marzo de 1999) fue un fotógrafo, director de cine, guionista y productor estadounidense. Considerado por muchos uno de los más influyentes cineastas del siglo XX. Destacó tanto por su precisión técnica como por la gran estilización de sus cintas y su marcado simbolismo. Realizó trece películas, entre las cuales se encuentran varios clásicos del cine, como Lolita, Dr. Strangelove, 2001: A Space Odyssey, A Clockwork Orange, El resplandor, Full Metal Jacket y Spartacus.
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Rocky Graziano con los guantes de boxeo caídos y la mirada cansada; chavales con cara de niños y manos de viejos que lustran zapatos en las calles; el joven actor Montgomery Clift relajado en su piso; los rostros enigmáticos en cuerpos extraños de algunos artistas de circo; las aulas de la Columbia University, donde se formaba la prometedora clase dirigente de un país en ciernes o los huérfanos de guerra del colegio mayor de Mooseheart, en Illinois, destinados a engrosar las filas de la middle class. En pocas palabras: fragmentos de vida de una sociedad que se va transformando, crónicas en blanco y negro de una América que se despierta tras la II Guerra Mundial y saca brillo para su gran momento en la historia. En poquísimas palabras: Kubrick antes de ser Kubrick. Fotógrafo antes que director. Una exposición recoge algunas imágenes capturadas entre 1945 y 1950 por un joven reportero, hasta ahora casi desconocido, descuidado por los críticos, aplastado por el renombre de lo que llegaría a ser más tarde: un indiscutible maestro del cine mundial. Casi 200 disparos, testigos valiosos de una época y de la poderosa energía expresiva de su autor, se pueden ver a partir del próximo viernes y hasta el 4 de julio en el Palazzo della Ragione de Milán. Una nota de Lucia Magi publicada en El País el 12 de abril de 2010
La muestra subraya por primera vez la precoz producción fotográfica de Stanley Kubrick (Nueva York, 1928; Harpenden, Reino Unido, 1999), que con sólo 17 años fue contratado por la revista neoyorquina Look, de la que se despidió cinco años más tarde para intentar hacer películas.
El día de su 13º cumpleaños, Stanley recibió de su padre una Leica III. Descubrió así una de sus pasiones: la fotografía. Se apuntó a cursos, descuidó los estudios en el instituto para disparar, revelar y mejorar su técnica fotográfica. En junio de 1945, captura por las calles el retrato de un quiosquero triste mientras observa un periódico que titula con la noticia de la muerte del presidente Roosevelt. La imagen es tan intensa que no sólo la revista Look se la compra, sino que también decide contratar a aquel joven desconocido de ojos azabache. Arranca entonces una carrera fulgurante. Tras cuatro cursos en la escuela de cine, pagados con el sueldo de reportero gráfico, Kubrick decidió colgar su Roilleflex y coger la cámara de rodar. En 1953 firma su primer largometraje, Fear and Desire; en 1955, El beso del asesino; Atraco perfecto llega en 1956, Senderos de gloria en 1957 y dos años más tarde, Espartaco. Sin embargo, ésta es otra historia, la que le consagra como uno de los grandes del cine. La fotografía cuenta su primera vida profesional.
«Las imágenes publicadas por Look representan en realidad sólo una mínima parte de los cerca de dos mil negativos archivados», explica el comisario de la exposición, Rainer Crone. «Fui a visitar a Kubrick un año antes de que muriera, en 1998. Le quería pedir permiso para imprimir sus fotos y sacarle el partido que merecen. En realidad, tengo que admitirlo, esperaba también que me dijera: 'Por supuesto, sube conmigo: tengo negativos, pruebas, todo mi archivo bien guardadito en la buhardilla'. Pero no fue así. Se puso muy contento de mi intención de rescatar esa parte de su producción, pero confesó no tener ni la más remota idea de dónde podía encontrarse el material, no tenía ni una impresión original, ni el copyright de los negativos. Me saludó diciendo: 'Take your time and good luck'», recuerda Crone. Necesitó esas dos cosas, tiempo y suerte. Fueron 12 años de investigación, hasta que descubrió que Look había regalado en 1952 gran parte de los negativos de Kubrick al Museo de la Ciudad de Nueva York. Desde entonces nadie los había visto.
Lo hizo Crone. «Estas fotos son una maravilla», exclama emocionado. «No me refiero sólo a su valor documental, sino también a su madura inteligencia figurativa. Desde el punto de vista de la calidad artística y de la personalidad del estilo, el joven Stanley no tenía nada que envidiar a Walker Evans, Henri Cartier Bresson, Robert Frank, Diane Arbus, Louis Faurer o William Eggleston». Como los grandes nombres de la fotografía social moderna, «él supo transformar las imágenes estáticas en secuencias que contaban historias».
Los jefes de Look exigían a Kubrick que el sujeto fuese seguido constantemente, retratado en cada instante. Para obtener la máxima naturalidad, el joven reportero llegaba a veces a esconder la cámara bajo el abrigo y apretaba el botón con un pequeño interruptor oculto en la palma de la mano. «El rasgo que caracteriza las imágenes es el interés del autor por los aspectos psicosociológicos. Las fotos de los negros de Chicago, que no alcanzan a llegar a fin de mes pero hacen ostentación comiendo en los mejores restaurantes, tienen detrás la misma mirada ambigua, desenfadada y destacada de La naranja mecánica, Barry Lyndon o El resplandor».
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